Descrédito en la justicia

Es un lujo que no podemos permitirnos, sin una democracia fuerte y sana, el interés público estará siempre en entredicho

La decisión del Tribunal Supremo en relación con el impuesto de las hipotecas y el lamentable espectáculo ofrecido en el proceso que ha desarrollado en las últimas dos semanas, ha generado una ola de indignación social de enormes dimensiones.

Millones de ciudadanos y ciudadanas han estado pendientes durante este tiempo de cómo actuaba el Tribunal Supremo y de lo que finalmente se iba a decidir. No cabe más valoración que la decepción, la indignación y el hartazgo.

En un futuro inmediato, cuando los tribunales europeos decidan sobre los anunciados recursos que diferentes asociaciones de consumidores van a presentar ante ellos, cabe la posibilidad (con alta probabilidad) de que la justicia española reciba un nuevo varapalo como ya sucedió con el asunto de las cláusulas suelo.

Mientras tanto, el proceso ha dejado una imagen deteriorada de la justicia y una enorme duda social sobre imparcialidad del Tribunal Supremo; duda que va a permanecer por mucho tiempo en la opinión pública española.

Es imprescindible una exigencia de responsabilidades a quienes han dirigido este proceso que ha puesto de manifiesto enormes deficiencias de funcionamiento y una absoluta insensibilidad para con la ciudadanía. Entre las consecuencias de la crisis económica, las referidas a los desahucios de numerosas familias o el propio rescate bancario por decisiones irresponsables en la concesión de créditos hipotecarios, han estado y están influyendo en la imagen que tiene la sociedad de la banca y de la justicia.

El estereotipo dominante que caracteriza a la banca como poder fáctico se ha visto reforzado por la gestión de este proceso en estas dos ultimas semanas. El daño en la credibilidad va a ser casi irreversible y si no hay decisiones en las que se reclamen responsabilidades y se haga autocrítica con seriedad, corremos el riesgo de un tremendo deterioro de la calidad del sistema democrático.

Y este es un lujo que no podemos permitirnos porque sin una democracia fuerte y sana, el interés público estará siempre en entredicho. Por eso, el lógica y entendible la indignación de la sociedad que se va a expresar en las calles y en todos los ámbitos. Que sirva de algo, es lo que deseo.

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