Después del 8M

La cuarta ola del feminismo es global, heterogénea, intergeneracional y basada en el ciberactivismo

Cada año, en torno al 8 de marzo, las conversaciones, las noticias, los debates y hasta la publicidad se tiñen de color morado. Y no está mal que durante un día, una semana o un mes hablemos de las muchas discriminaciones que aún sufren las mujeres. Pero seguimos sin conseguir que todos los días sean 8 de marzo.

En lugar de eso, las amenazas crecen y se mimetizan para ser más destructoras y eficaces. Empecemos por lo del purplewashing. Consiste en aprovechar la causa feminista para hacer campañas de marketing falsas y sin más contenido que el formal, sin que esas campañas se conviertan en acciones concretas que contribuyan a cuestionar o destruir el patriarcado.

La cuarta ola del feminismo, tan llena de zozobras, se caracteriza por ser global, heterogénea, intergeneracional y basada en el ciberactivismo (en palabras de Rosa Cobo), pero no por eso es ajena a los ataques ni del capitalismo ni del patriarcado sino justamente al contrario.

La rápida y creciente extensión de las llamadas teorías queer y su impronta en el ámbito académico, social y hasta legislativo son otro de los peligros a los que se enfrenta ahora mismo el feminismo, tensionado hasta el límite de que, en los últimos años, se estén produciendo enfrentamientos físicos en algunas manifestaciones feministas.

A pesar de todo ello, no estamos hablando de un movimiento en crisis. Probablemente es lo contrario: se trata de una revolución silenciosa que le está dando la vuelta a la sociedad en la que vivimos. Es cierto que muy lentamente, que tras más de trescientos años de lucha aún tenemos que enfrentar los peligros antes enumerados y las mujeres seguimos sufriendo demasiadas desigualdades y discriminaciones.

Pero también es cierto que el feminismo, como cualquier asunto humano, vive entretejido en el contexto. Si ahora mismo la sociedad es líquida y la fluidez de procesos y conceptos lo contamina todo ¿por qué no al feminismo? Y ahí estamos, debatiendo si sexo y género son términos intercambiables, si la prostitución es o no un trabajo, si alquilar un vientre es como alquilar un coche, si la pornografía puede apellidarse 'feminista'. Debates que deberían ser inherentes a la evolución de cualquier pensamiento filosófico y se están convirtiendo en armas arrojadizas.

Pareciera que el abolicionismo (del género, de la prostitución, de los vientres de alquiler, de la pornografía) se hubiera pasado de moda, cuando en realidad es totalmente imprescindible para conseguir que las mujeres vivamos en un mundo donde seamos "socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres".

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