Elogio de la barriga cervecera

Desconfío de las personas con las que voy a una taberna y piden un aquarius o una cerveza sin alcohol

El otro día vi a un camión de reparto de Cervezas Alhambra y, casi por puro instinto, me fui detrás de él. Ahora gira a la derecha, pues yo a la derecha. Ahora se para, pues yo me paro. Ahora gira a la izquierda, pues yo a la izquierda… Como a un burro al que se le pone por delante una zanahoria. Hasta que paro de pronto y me digo: ¡Ándrés! ¡Qué pollas haces persiguiendo a un camión de cerveza! Y es que al de la fotillo de arriba le gusta más una cerveza que a los chotos la leche. Considero que un día sin cerveza es un día perdido. Cualquier bebida que se haya inventado después de la cerveza creo que no merece la pena. Por eso desconfío de las personas con las que voy a una taberna y piden un aquarius o una cerveza sin alcohol. No sé. Es como si no pertenecieran a la misma cofradía que yo, como si ellos fueran por un carril y yo por el contrario. Algunos me ponen excusas cuando hacen el pedido y notan mi mirada asesina. “Es que estoy tomando antibióticos”. “Es que estoy a régimen”. “Es que el alcohol me sienta muy mal”. “Es que no me gusta” ¿Qué no te gusta la cerveza? ¡Pero si eso es imposible! Creo que es buena para muchas cosas. Hace poco han hecho público un informe de no sé qué universidad que dice que la cerveza previene la osteoporosis. Eso me ha reafirmado en su consumo. Así que si alguien se mete con mi barriga cervecera, le puedo decir que sí, pero que los huesos los tengo de puta madre.

Un día fui a Torrecardela porque había leído en el periódico que se iba a celebrar allí una fiesta de la cerveza. Fui y luego resultó que era la fiesta de la cereza. Mi subconsciente puso una ‘v’ en medio de la palabra en cuestión. En la fiesta me ofrecieron licor de cereza, pero yo salí despavorido en busca del primer mostrador con grifo de cerveza incorporado. Por supuesto mi santo preferido es San Arnulfo de Metz, al que veneramos todos los miembros del grupo Los Andarines, que yo creo que salimos a andar solo para después tomarnos unas cañas. San Arnulfo recomendaba a sus feligreses que bebieran cerveza en vez de agua, que siempre podía estar contaminada. Y tenía una jarra milagrosa que siempre estaba llena de cerveza. Bendito seas San Arnulfo. Que llene.

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