Dicen que Lenin dijo que la libertad es un bien tan precioso que hay que racionarlo. Quien esa cruel lindeza aprendió bien fue Stalin. Y la aplicó, con mano de hierro asesina y amoral, que produjo las páginas más sombrías, tristes y tortuosas de la historia de Rusia y sus países satélites soviéticos. Hoy, gozosamente, se ha derrumbado todo eso, aunque no debemos obviar que ha habido y hay otros que lo han aplicado, en diversos lugares del mundo, tiranos despreciables que subyugan, por ejemplo, a Corea del Norte o los hermanos Castro en Cuba y su idolatrado Che, quien debió de estudiar medicina para conocer -con precisión científica y con ánimo verdaderamente sádico- cómo matar produciendo mayor tormento, cómo aumentar el sufrimiento en el desolado camino hacia el martirio y la muerte, dictada contra quienes piensan diferente. Otros mandamases les siguen en la nómina siniestra, de los que pueden dar cuenta aún y a estas alturas, las Madres de la Plaza de Mayo, las víctimas de Videla o Pinochet y los que en estos días padecen el yugo del oprobio y sufrimiento que fundó en Venezuela Hugo Chávez y hoy secunda, con gran saña y parecida diarrea mental, la bestia inculta e inhumana que es Nicolás Maduro y otros despersonajes en Hispano América de las políticas bolivarianas.
Aquí, desde que se murió Franco, hemos vivido cuarenta años de verdadera paz y concordia, sólo rota por enemigos de la libertad y de la democracia que formaban la banda terrorista de ETA: secuestradores, extorsionadores y vulgares y cobardes asesinos que comenzaron la siembra de la muerte, del pavor y del espanto en los finales tiempos de Franco y prosiguieron, rampantes, secuestrando libertades y dando plomo asesino hasta Miguel Ángel Blanco, con quien la cobardía fue virtuosa, si es que el asesinato pudiese ser virtud.
Reflexiónese, pues, que esos, los de ETA reconvertidos -disfrazados quiero decir- de los que alguien -entre las gentes del (des)Gobierno social comunista de Pedro Sánchez, que padecemos- para justificar sus veleidades amistosas, ha afirmado que son hombres de paz, realmente son los mismos que -sin haber pedido nunca perdón y seguir luchando contra el proyecto común y permanente que es España- con sus pistolas y sus fusiles, con sus zulos y sus bombas -que aún tienen bien guardados, no se olvide- se han erigido, placenteramente en el socialismo al uso, como cochambrosas muletas del poder que hoy recorta en España libertades y democracia. Entre estos y los bolcheviques totalitarios bolivarianos de Podemos, el PSOE tiene firmemente controlados los folículos de la testosterona, llamados popularmente criadillas o de otras varias, ingeniosas formas. De la ideología y del pundonor, mejor ni hablamos hoy. ¿O no?
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