El Pacto de los Mártires

Llevamos tiempo viendo como otras ciudades supieron hacer esas alianzas llenas de generosidad y buena política

Algún secreto resorte han tocado para que, por una vez -o al menos así lo parece- se puedan aunar voluntades, sin aparentes fisuras, en interés exclusivo del futuro de los granadinos, los de la capital y los de la provincia. Pero lo cierto es que políticos -de signos divergentes, incluso- gobernantes de distintas instituciones o administraciones públicas, al igual que la rectora de la Universidad y representantes de organizaciones empresariales y sindicatos mayoritarios firmaron, apenas hace dos días, un documento compromiso, que han denominado Pacto de los Mártires, nombre que parece de broma y que, sin embargo, sólo se refiere, al lugar en el que se ha firmado el acta correspondiente -el Carmen de los Mártires- y no a los pacientes y sufrientes granadinos, que nos hemos acostumbrado al incumplimiento de tantísimas promesas de los que nos aseguraban que, si los votábamos, nos sacarían de esos penosos últimos puestos, en los listados de renta per cápita provincializada de nuestro país, en los que permanecemos -vergüenza para quienes la tengan- transcurrido casi medio siglo ya desde la reinstauración del sistema democrático.

La verdad es que no sabemos muy bien si se llega a tiempo o el tren -no el ferrocarril-, ese tren de los vagones calendario, ha pasado ya de largo. Llevamos decenios viendo cómo otras ciudades y provincias, cercanas y hasta linderas con la nuestra, como es el caso de Málaga -¡Ole!- supieron establecer -llovido ha- esas alianzas, llenas de generosidad, capacidad y de buena política, que hoy día han servido para avalarlos, nacional e internacionalmente, como verdaderos adalides del desarrollo y del mejor futuro para los ciudadanos a los que representan. Las comparaciones, sí, son odiosas, pero también inevitables.

De cualquier forma, hayamos o no hayamos llegado a este andén del mañana, por cuyo bordillo transitan los trenes del futuro, la actitud es plausible y si me apuran, hasta un poquito ilusionante aunque uno, ya a estas alturas y viendo lo que ha visto, no olvida aquella frase lexicalizada o refrán que dice que "Obras son amores y no buenas razones".

Con ese Pacto de los Mártires pretenden "redefinir el papel de Granada en su contexto social, económico y geográfico" para, al menos, las próximas dos décadas, largo me lo fiais. Ahí es nada el proyecto. A esta obra no la precede buena crítica, como bien sabemos. Pero dejémosles hacer por ver si en verdad hacen algo que perdure y -como decía Jovellanos- produzca la felicidad pública, aunque los nudillos de la desconfianza y del escepticismo no paren de golpear, pertinaces, la puerta de nuestras buenas voluntades de ciudadanos crédulos. Y a ver si al fin es verdad que eso de 'los mártires' va sólo por el lugar de la ocurrencia y no por nosotros: los sufridos contribuyentes. ¿O no?

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