Robots, pensiones y sociedad

Están en juego las pensiones pero sobre todo el responder a los desafíos actuales sin perjudicar el bienestar social

Al parecer, la negativa de Unidos Podemos ha evitado hacer realidad antes de la disolución de las Cortes un posible acuerdo sobre las recomendaciones para asegurar la sostenibilidad del sistema público de pensiones, trabajadas en el Pacto de Toledo.

Una de esas recomendaciones se refiere a la adopción de medidas que permitan contemplar vías alternativas de financiación para la Seguridad Social si la revolución tecnológica implica un incremento de la productividad, sin aumento del empleo ni de los salarios; así, se proponía buscar una tributación superior de los factores productivos para sostener el sistema.

Uno de esos factores productivos que ya son de presente pero que pueden ser más prevalentes en el futuro, son los llamados robots sobre los que se plantea definir una especie de impuesto destinado a dar soporte a las prestaciones de la seguridad social; por tanto, también a las pensiones.

Hoy es una evidencia que la robótica y la inteligencia artificial abren un campo de transformación potencial de las organizaciones y de las empresas que condicionan el modelo productivo vigente. Hay y habrá cambios culturales profundos que han venido para quedarse.

Este asunto supone un desafío de enorme calado porque apela a la necesidad de reorientar muchos elementos de la sociedad actual; entre otros, conseguir un cambio ágil y continuo de nuestro sistema educativo para preparar ya a los trabajadores que necesitamos en el futuro, al tiempo que reorientar hacia nuevos perfiles a muchos de los que hoy trabajan en profesiones que cambian o van a desparecer.

En la campaña electoral y, en el trabajo de la próxima legislatura, este será un asunto esencial que deberemos abordar en España con la seriedad y el rigor que merece la sociedad española. Los partidos políticos, los sindicatos, las organizaciones sociales y la propia sociedad deben desarrollar este debate imprescindible.

Están en juego las pensiones pero, sobre todo, la capacidad de las ideologías para responder a los actuales desafíos evitando que arrasen con el bienestar social tal como lo conocemos.

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