El centro comercial

En Granada son muchos los locales comerciales cerrados y con carteles de "Se traspasa" o "Se alquila"

Hacía tiempo que no salía a pasear por el centro de Granada, por el placer de hacerlo, sin rumbo fijo ni quehacer concreto. Por ese centro urbano histórico y bullicioso que, en sí mismo, casi siempre ha supuesto un conjunto de pequeños teatrillos, una muestra abigarrada de escenas domésticas que, en su conjunto, nos ofrecen en buena medida muchas de las características que distinguen el carácter de los granadinos y dicen mucho de la forma de ser de los habitantes -y visitantes- de esta ciudad que, desde la Edad Media y el Renacimiento, durante la Ilustración y el Romanticismo decimonónico hasta nuestros días, ha sido -y sigue siendo- meta soñada y apetecida por multitud de viajeros, cuyos escritos nos han dejado todo un conjunto literario de narraciones y descripciones bien abultado, que han supuesto convertir a Granada en verdadera ciudad mítica.

Con pensamientos como estos y otros algo parecidos andaba un servidor en su paseo, mirando calles, plazas, gentes y edificios cuando aprecié que las calles ofrecían un bullicio en algo menor al que hemos estado acostumbrados. Esta constatación y ponerme, inconscientemente, a contar locales comerciales cerrados y provistos de carteles de "Se traspasa" o "Se alquila" o sencillamente con las persianas bajadas y llenas de polvo, en claro horario comercial, fue casi la misma cosa. Mi sorpresa fue en aumento, junto a un sentimiento de preocupación que se acentuaba en vías otrora tan animadas como la de Recogidas, donde la muestra de locales ofrecidos denota una mengua más que notable de la actividad comercial. Me vino, en claro contraste a la memoria, una también reciente, recentísima visita a ese nuevo centro comercial en la Vega de Granada y término de Armilla, el que levantó un conocido empresario marbellí y que ofrece hogaño a su vista y como primera y eficacísima providencia una impresionante -por extensa- playa de aparcamientos para automóviles, en superficie, generalmente atestada a cualquier hora del día y de parte de las noches y otra en el subsuelo de dicha inmensa construcción, que garantizan el éxito comercial pretendido por la inmensidad de las marcas comerciales de las que, muchas, muchísimas de ellas, estuvieron antes en el centro de Granada, ese centro ahora oferente de locales vacíos, desprovistos de empleados granadinos que Dios sabe qué cosa habrá sido de ellos.

Finalmente, mi pensamiento se empecinaba en que, a lo peor -tristemente para Granada- este vacío de actividad comercial tenía mucho que ver con no haber sabido ofrecer unos buenos y eficaces servicios auxiliares y complementarios, para que la actividad económica pudiera desarrollarse, armónica y felizmente, dentro y en medio de la propia ciudad y con los beneficios que eso conlleva para todos. ¿O no?

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