Te reconozco, Santiago, que repetir la experiencia que nos trae hasta aquí, con estos mimbres y con estos artesanos, sería de apaga y vámonos. En eso coincido. Pero ya está, no coincido en nada más. Y no coincidir en cualquier otro aspecto es lo que me lleva no a temerte, que no te temo, sino a considerarte inoportuno. Pero, eso sí, es más deseo que realidad, porque la relevancia que unos números ajustados te otorgarían te da juego. Yo quiero explicarte porque prefiero que no tengas opciones.

Mira, Santiago, calificarte de extrema derecha no es útil. No discuto que lo seáis, que casi seguro que toda la extrema derecha, esa que se mueve entre el resabio, la nostalgia y la falta de vergüenza por la etapa más negra de nuestra historia contemporánea, nutra tus apoyos, pero sé también que superar el umbral de la decena corta de diputados que daría esa opción de naftalina requiere que sumes los de una derecha dura sin complejos (de corte muy práctico) que se disfraza de democracia firme y autoritaria, cuando solo es vocación iliberal; implica que concites el apoyo de un nacionalismo españolista, tan torpe y miope como cualquier otro nacionalismo; y conlleva que el mundo más conservador, en el sentido sociológico (religión, patria, propiedad y campo), se acomode a tu propuesta. Y ahí patináis: no hay propuesta.

Hay un rollo bravucón y patriotero alimentado por la insoportable deriva de los partidos centrales (ayer esenciales, ojalá mañana de nuevo), cortoplacistas hasta decir basta, hacia posiciones de mercachifles. Los unos hacia las muletas de una izquierda postrevolucionaria de pacotilla, los otros hacia las muletas de tu derecha desacomplejada. Resultado: desdibujo; el centro izquierda y el centro derecha, descentrados. Y el país elector, que se mueve de natural en esos parámetros viables, más perdido que el barco del arroz. Así crecéis los extremos, más por su torpeza que por vuestra habilidad. ¿O de verdad piensas, Santiago, que la mayoría de tus electores son tan risibles como los personajes con que andas trufando vicepresidencias ejecutivas y presidencias parlamentarias? Es la desesperanza por el desatino lo que te alimenta.

Verás, Santiago, no me gusta un pelo la posibilidad de que lo toques y creo que la oportunidad de cambio real el 23-J es más probable cuanto más lejos estés de la moqueta. Si hay menos Valencia y más Extremadura, mejor camino tendrían las papeletas en España para repetir una Andalucía, una Galicia, o un Madrid, porque lo único que alimenta la opción continuista, la de apaga y vámonos, es que seas necesario. No es que me den miedo los pactos contigo, es que me dan dentera, y no porque seas extremadamente de derechas, sino porque sois extremadamente antiguos, más que un balcón de madera. Y no se trata, Santiago, de que contigo se cierre España por tal de no apagarla.

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