Los nuevos tiempos

César De Requesens

crequesens@gmail.com

La cruz del maratón

Se ve que la línea emprendida es meter en el centro de todo, a todas horas, que así parece que se hace mucho

Juntar una carrera urbana con la Fiesta de Las Cruces de Mayo resultó todo un recital de surrealismo en el centro de la ciudad el pasado sábado en el que las que iban vestidas de faralaes ya no sabían si ponerse a correr con sus claveles en el pelo o bailarse otras sevillanas con el mojito en la mano. Un caos de aquellos que hacen historia en el que veías al pobre municipal todo cachas-impotente desviando tráfico como un poseso mientras el taxista que me traía convaleciente después de cinco horas cinco en urgencias para una simple inyección que me aliviara la tan dolorosa ciática se deshacía en disculpas e improperios hacia los ‘genios’ de la programación municipales de actividades lúdico-urbanas fuera de sitio.

El cabreo era generalizado. Entre la impotencia, la paciencia y toda la comprensión hacia los esforzados corredores se palpaba el despropósito de no haber caído en la cuenta de que las maratones con Los del río degañitándose la voz de fondo pues como que no pega.

Se ve que la línea emprendida es meter en el centro de todo, a todas horas y solapando que así parece que hay más, que se hace mucho, tú mete follón y así tenemos a las huestes de coreanos contentos sin saber adónde tirar más y más fotos da igual si vistes de corto o en pantalón corto, quita quita, que consumen.

Este Granada de Alfredo Landa y del todo a cien no me gusta. Parece un pasillo del Corte Inglés del turismo cultural en hora punta. No hay límite. Venga a meter más cosas en las ya saturadas calles del centro (Reyes Católicos petada y Gran Vía espérate que ya se preparan tres hoteles más de cinco estrellas saturantes hasta el overbooking técnico).

El mercado autorregulado no me convence para nada. Lo hace cuando el consumidor (el turista) elige otro destino harto de la masa anónima que le asfixia. Ya hay alerta de que algunas agencias cambian de destino por este motivo. Pero nada, tú mete más que aún queda sitio.

Parece una peli de los sesenta en Torremolinos, ya digo.

Y allí nos quedamos parados el policía, el taxista y su dolorido cliente viendo pasar a los corredores entre las hileras de vestidos de gitana sin saber muy bien a qué mirar en mitad de aquel bloqueo técnico que no escampó hasta las tantas, demostrando a las claras que a esto del Día de la Cruz no le pillan el punto desde el Consistorio y más que una fiesta sigue siendo una cruz eterna para la ciudad que no saben llevar a ningún sitio.

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