Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

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Las inquietudes de Pánfilo

Veo a mi amigo Pánfilo muy afectado por lo que recuerdan de él sus ex alumnos

A mi amigo Pánfilo, profesor de literatura jubilado, le hubiera gustado que sus alumnos lo recordasen más por sus explicaciones de los clásicos que por las performances que escenificaba en el aula para que, con un poco de azúcar, pasaran mejor las píldoras literarias. Según me cuenta, su ego ha sufrido últimamente dos heridas narcisista de consideración. En un bar, un alumno del curso 78-79, lo ha reconocido y saludado afectuosamente, pero cuando le ha preguntado si le dio clase de lengua o de literatura, no se acordaba. Y la segunda, y más dolorosa, la que le asestó en un café un alumno culto, lector de Unamuno, encandilado últimamente por el ensayo de Don Miguel sobre la pornografía, que le hizo una alabanza exagerada de sus cualidades como docente pero que, en realidad, solo recordaba la sorpresa que él y sus compañeros experimentaron cuando a uno de ellos se le escapó un pedo. No lo expulsó, solo pidió al responsable, eufemísticamente, que 'controlara sus esfínteres'. Ese mismo curso, se me quejaba, había tratado con solvencia de las blasfemias de Calixto en La Celestina y del atrevido cambio de roles de género que propone Juan de Flores, a finales del XV, en su Triunfo de amor. Ni caso. En el instituto de Montilla había abordado el delicado tema de una posible homosexualidad de San Juan de la Cruz, al que etiquetó como transgénero, basándose en unos versos de La noche oscura del alma en los que el místico asume el rol de amada de Cristo. Pero ex alumnos de esa localidad cordobesa solo recuerdan el día que extrajo de su cartera una sopa de sobre cuando una alumna le preguntó: "¿A que no tiene usted en ese maletín tan grande un sopa de Avecrem?". A partir de entonces fue considerado como un profesor algo extravagante. En Alcalá la Real no se le recuerda por las muestras de escritura automática obtenidas en clase, sino porque le explicó durante una hora el surrealismo a un perro que le habían colado en el aula. Cuando los alumnos le dijeron que no habían entendido nada, Pánfilo les sugirió que pidiesen al chucho los apuntes que había tomado sobre El perro andaluz de Buñuel. He visto a Pánfilo muy afectado. A él le hubiera gustado que sus alumnos lo recordasen como a un don Marcelino Menéndez Pelayo, pero teme que piensen en él como un triste imitador de Chiquito de la Calzada.

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