El recto ejercicio

No deja de ser extraño, que para ejercer rectamente la política haya que eludir al fisco

Es maravilloso, don Jordi Pujol dice que bueno, que sí, que guardó algunas pesetes en Andorra, a instigación de su padre, pero que "nunca torció su recto y digno ejercicio" de la función pública, y que si puso a viajar los dineros fue, válgame San Barandán, patrón de los errantes, por causa de la inestabilidad política. No deja de ser extraño, eso sí, que para ejercer rectamente la política haya que eludir al fisco, y en mayor modo, cuando el político don Jordi y el defraudador Pujol son una y la misma persona. Según esta singular teoría, cualquier concejal de España debiera depositar el fruto de sus merecidos esfuerzos, pagados con la indiferencia y la ingratitud del pueblo, en las Belice. A lo cual añade don Jordi junior, también acaudalado fortuitamente, que ellos nunca metieron mano en las arcas públicas, lo cual es una forma algo grosera de llamar tonto al Ministerio Fiscal.

En fin, lo llamativo de esta bilocación del "molt honorable" entre un don Jordi ejemplar y un Pujol apicarado y viajante, es la inversión de los valores que nos presenta como natural y deseable. Las grandes o pequeñas trapacerías de los Pujol (de don Florenci Pujol i Brugat a don Jordi Pujol Soley y su hijo don Jordi Pujol Ferrusola), no dejan de ser, caso de resultar probadas, actividades fruto de la avaricia, cuya repercusión no va mucho más allá de sus beneficiarios. Sin embargo, lo que don Jordi llama "el recto y digno ejercicio" de sus altas funciones públicas, no ha sido tan púbico ni tan recto, dado que sus logros políticos, culminados en el 1-O, consistieron en privatizar lo catalán, al servicio de los nacionalistas, y en convertir a la mayoría de sus administrados en extranjeros en su propia tierra. Todo esto estaba ya puesto por escrito, y publicado en la prensa del momento (1990), cuando se dio a conocer el "catálogo de intenciones" con que la Generalitat buscaba la nacionalización de Cataluña. Su punto central es el punto "f", titulado Memorial de agravios, donde se insta al "descubrimiento, constatación, ponderación y divulgación de los hechos discriminatorios", obrados contra Cataluña y el pueblo catalán.

Qué cosa sea el Pueblo catalán y Cataluña es algo que, naturalmente, decidió don Jordi. O en su defecto, alguno de los innumerables virtuosos de la segregación que, gracias a don Jordi, hoy se han multiplicado como rovellons. Y siempre, no conviene olvidarlo, en el recto y digno ejercicio de sus funciones.

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