Los nuevos tiempos

César De Requesens

crequesens@gmail.com

El virus de la discordia

No se puede permitir que de una crisis saliera una casta y de esta nos salga otra de señoritos populistas

Países tan cercanos como Portugal o Italia nos están dando la gran lección de cómo se gestionan los desastres sin dar tantos titulares para la prensa. Trabajo, expertos reales y buscar acuerdos. Tendrán sus disensiones, pero sacan adelante sus terruños. El nuestro empeora y la culpa es de todos. La prueba son los paises vecinos con idénticas problemáticas (incluso mayores, como es el caso de Italia) pero con soluciones y resultados en cifras.

Cada vez que leo o veo algo sobre la pelea inútil de Ayuso 'la desorientada' con el 'okupa' de la Moncloa; cada vez que me cuentan que un familiar de alguien está en la UCI o que desgraciadamente ha fallecido; cada vez, en fin, que leo que la crisis cierra negocios y deja a los sufridos autónomos aún más tiritando de lo que ya estaban desde siempre, pues me enciendo primero, luego me da un profundo desconsuelo mezclado con la rebeldía del que no se conforma y, finalmente, entro en un estado como de ataraxia de pasiones que me permite seguir mirando el día de otoño tan bonito que nos redime cada mañana. Menos mal que desde la pandemia rescatamos que al menos eso nos queda, un buen atardecer o una brisa que nos consuela.

Da igual ya de qué color es el que lo hace mal. Lo que nos importa es que el que sea lo haga bien. Y que los de enfrente cobren para algo, aparte de para liarla parda y a gritos para nada. No se puede permitir que de una crisis saliera la una nueva casta y de esta otra nos salga otra casta más de señoritos populistas super encantados de la life y llevándoselo calentito por listos que manipulan el desastre en su beneficio.

Ya está bien. El hartazgo es mayúsculo y con la gente por las calles de mírame y no me toques. Hay ira y mala leche y gente desesperada. De la otra crisis salimos mal y aún no nos habíamos recuperado y con esta a muchos hogares les han dado la puntilla. Y las ayudas no se tramitan, ni los negocios se mantienen abiertos por falta de clientes que los visiten. ¿Hasta cuándo aguantaremos como colectividad semejante machaque desde arriba?

En tanto algo se arregla, estemos atentos a las noticias de fuera. Y, si fuera el caso, llamemos a aquellos mejores gestores de lo público e invitémosles a que les den lecciones a los nuestros para que arreglen algo, aunque solo sea un poquito.

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