El caso aznalcóllar

Aznalcóllar, un pueblo sumergido en la frustración

  • Los vecinos aguardaban ilusionados la reapertura de la mina y lamentan el nuevo retraso en el proceso.

La primera impresión que tiene quien llega a Aznalcóllar por la carretera de Gerena es que está entrando en un pueblo fantasma. Según se pasa el corredor verde del Guadiamar se ve, a la izquierda, la planta abandonada de Boliden, con sus torvas oxidadas, sus garitas sin cristales y sus máquinas descoloridas. A la derecha está la mina. Una barrera impide el paso y un guardia pide a quien llega que se marche, pero se puede acceder por un camino lleno de basura hasta la corta de Aznalcóllar. La que se iba a reabrir, la corta de los Frailes, queda algo más abajo.

En la entrada al pueblo los semáforos no funcionan y sólo se ven carteles con propaganda electoral de IU y del PSOE. El candidato de la federación de izquierdas es precisamente el líder de los mineros, Juan José Fernández Garrido. Los medios de comunicación le buscan. Él los cita en la plaza de los mineros, junto a un monumento que reivindica la lucha de los trabajadores tras el desastre ecológico de 1998 y el cierre de la mina.

"Después de catorce años de lucha por la reapertura de la mina, lo único que puedo hacer, después de tres días vomitando y lleno de tristeza, es pedirle a la presidenta de la Junta transparencia, celeridad y sentido común. Señora Susana Díaz, quien la haya hecho, que lo crujan, como usted dijo. A la juez quiero recordarle que hay 6.000 personas esperando, que de ahí íbamos a comer un montón de trabajadores y de familias. Y a mi pueblo y a la comarca, quiero decirle que mina sí va a haber", dice el representante de los mineros.

Un viejo Peugeot pasa con publicidad electoral y música de la campaña. Hay poca gente en las calles. Unas mujeres pintan un paso de peatones. Las calles están vacías. Los bares también. En algunos los parroquianos ni siquiera hablan. "Aquí cero patatero", dice, desagradable, el camarero de un bar próximo al Ayuntamiento. En un velador, el único cliente ni siquiera habla, simplemente niega moviendo la cabeza.

La dueña de una tienda cercana sí atiende a este periódico, pero pide que no se le saquen fotos. "En este pueblo todo es política y prefiero no salir". La mujer cuenta que ha mantenido la tienda abierta con la esperanza de que la reapertura de la mina reactivara la economía del pueblo. "Con la paralización del proceso de reapertura se nos ha venido el mundo abajo. Mi marido lleva seis años parado y tenemos que elegir entre invertir en la tienda o comer. El banco nos ayuda, nos va pagando los recibos hasta que yo puedo pagarlos. Habíamos decidido aguantar un poco, pero la campaña de invierno ha sido terrible. Parecía que la de verano estaba empezando bien, pero esto seguro que afecta". En la tienda está también su hija, que tuvo que cerrar su negocio de peluquería no hace mucho.

El pueblo tiene un elevado porcentaje de paro. Las cifras oficiales lo sitúan en torno al 34% de la población activa. Los vecinos dicen que las cifras son falsas, que son muchos más y que rozan el 50%. "Pero se han acabado ya las ayudas y sólo tener que ir a sellar el paro a Camas, que es donde vamos nosotros, nos cuesta unos cinco euros cada vez que vamos. ¿Para qué vamos a ir?".

Aznalcóllar se mantiene todavía gracias a los jubilados y prejubilados de la mina. En el hogar del pensionista muchos pasan la mañana. Se juega al dominó y al tute. "Ahora van a atrasar lo poquito que se había adelantado. No me explico cómo se ha llegado a esta situación. Es un paso atrás muy fuerte", lamenta José Díaz en la oficina del hogar. "Esto había ilusionado al pueblo. Éste siempre ha sido un pueblo minero y ahora lo que hay son montones de locales cerrados y viviendas que se caen. A ver si se arregla pronto", espera Tomás Rodríguez.

Uno de los locales que siguen abiertos , aunque con el cartel de "Se traspasa" en una ventana, es el bar Andalucía, en la avenida del mismo nombre. Su dueña actual es Luisa Gómez, que lleva once años con el negocio. No vivió la época dorada del pueblo, pero sí recuerda que los anteriores propietarios servían a diario más de cien desayunos y doscientas comidas. "Cuando estaba la mina abierta, el autobús que llevaba a los mineros desde el pueblo paraba ahí mismo. En los relevos esto se llenaba. Ahora no entra nadie. Esto me cuesta el dinero. Ahí tengo puesto el cartel pero nadie quiere comprar el bar".

La presencia de los periodistas genera una tertulia entre los pocos parroquianos. Uno de ellos, antiguo trabajador de la mina, sigue pensando que la rotura de la balsa y el vertido de residuos tóxicos al río Guadiamar fue un sabotaje. "Aquello no podía romperse así como así", cuenta, mientras recuerda también cómo se llenaba el bar antes del desastre. José Manuel Domínguez es uno de los pocos que no ha trabjado en la mina. "Yo me considero afortunado, tengo una paguita de 600 euros, pero aquí hay gente que no tiene nada". Es partidario de que las instalaciones se reabran ya, inmediatamente, sea la empresa que sea la que gestione la mina. "Hablamos de mil puestos de trabajo como mínimo, y de algo que va a reactivar toda la economía de este pueblo y de otros de la comarca. No es sólo la mina, sino lo que trae detrás".

La dueña del bar le da la razón y cuenta que en Aznalcóllar se acaban de abrir una pizzería y una bocatería. "Son negocios nuevos, para jóvenes, que se han abierto pensando en que la mina se reabría ya y ahora veremos a ver qué pasa con ellos". Otros parroquianos, Pedro Ruiz y Julián Palomo, prefieren que se espere un poco y que la mina se reabra con todas las garantías. "La compañía mexicana -Minorbis- ya ha sufrido un vertido muy grave. No podemos arriesgarnos a que vuelva a pasar aquí lo mismo".

Edificios abandonados, máquinas oxidadas y naves casi derruidas

La mina presenta hoy día un paisaje fantasmagórico. Los edificios abandonados, con cristales rotos, las máquinas oxidadas y las naves medio derruidas se suceden en la planta. Al otro lado de la carretera están las dos cortas, la de Aznalcóllar y la de los Frailes. De ellas se extraía zinc y cobre. El proyecto pasaba por reabrir la segunda de las cortas, tras la limpieza de todas las escorrentías y depurar las aguas y las filtraciones. Algunas zonas de la antigua mina está cubierta de paneles solares. Téoricamente no se puede acceder a las cortas, pero sólo hay un puesto de guardia en el acceso principal de la mina. El empleado pide a los periodistas que se marchen. Pero alrededor de esta entrada hay varios caminos por los que se puede llegar andando o en todoterreno hasta las cortas. En ellos había vallas, pero ya sólo quedan restos. Han desaparecido tras años de abandono. Algunos de los ex mineros de Boliden fueron reconvertidos en trabajadores de empresas públicas para la restauración ambiental de los terrenos de la mina. Nadie sabe qué pasará con ellos ni quién se hará cargo de la destrucción de los residuos que aún quedan.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios