Pasado con presente incluido

Antonio Sánchez Trigueros, profesor antes de todo

  • Catedrático de Literatura Comparada, fue el creador del Festival Internacional de Teatro de Granada

  • También el estudioso que hizo que Granada conociera la obra de Francisco Ayala

  • Fue uno de los precursores de la Academia de Buenas Letras

Antonio Sánchez Trigueros, profesor antes de todo, durante el encuentro

Antonio Sánchez Trigueros, profesor antes de todo, durante el encuentro / A. C.

Su ademán no es imprecatorio: es simplemente el de un intelectual que parece cansado de clamar en el desierto, el de un hombre que ha iniciado varias aventuras en torno al mundo de la letras y que ha recibido olvidos por parte de aquellos que han querido arrebatarle aquello que él inició. Pero todo eso parece no importarle. Está seguro de haber conseguido la tranquilidad del que sabe que en esta vida tiene todo el pescado vendido y del que ha comprobado que es mejor para el ánimo no meterse en luchas que solo sirven para engordar los egos que la actividad provoca.

La sonrisa ahora la tiene más clara que nunca, más abierta, más natural. Está pasando por un episodio de salud del que se está recuperando, a la espera de las pruebas de rutina que le digan que lo suyo ya da solo para escribir un recordatorio. Sus modales, su manera de estar, su fiscalizadora mirada hecha de cristales limpios, su constante movimiento de manos apoyando sus relatos, su voz potente y didáctica, le convierten en una persona a la que hay que oír allá en donde haya un auditorio: una clase, una conferencia, la presentación de un libro...

Durante su época de director teatral en el Colegio Mayor Santiago Durante su época de director teatral en el Colegio Mayor Santiago

Durante su época de director teatral en el Colegio Mayor Santiago / A. C.

Catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada de la Universidad de Granada, ha publicado varios libros y más de cien trabajos sobre poesía modernista, teatro del siglo XX, teoría literaria y sociología de la literatura, entre otros temas. Como director de investigación ha dirigido un gran número de tesis doctorales y varios proyectos sobre cuestiones escénicas. Ha prestado servicios en la Universidad de Granada como director del Departamento de Lingüística General y Teoría de la Literatura, como director de Extensión Universitaria, del Aula de Teatro, de los Cursos de Extranjeros y como responsable académico de la Universidad Antonio Machado de Baeza y vicerrector de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo.

Fue el que creó el Festival Internacional de Teatro de Granada, el que inició la Fundación Ayala y uno de los fundadores de la Academia de Buenas Letras. Cuando yo vine a Granada a comienzos de los ochenta a practicar el periodismo, comprobaba que Antonio Sánchez Trigueros estaba en muchas movidas culturales y universitarias, además de dar clases y de escribir libros con sus impagables sondeos en nuestra literatura áurea.

Y recuerdo que me preguntaba de dónde sacaba este profesor tiempo para estar empleándolo siempre en alto tan distinto a perderlo. Ahora, después de tanto trajín, basta que Antonio Sánchez Trigueros observe desganadamente lo que ocurre a su alrededor para comprobar que aún le queda mucho pasado por delante.

Vaguerías

Cuando llega a la cita lo primero que hace es regalarme su último libro Vaguerías, con textos de El Hechizado, su personaje en otras tareas periodísticas y literarias. Las vaguerías son “leves productos ¿literarios? de quien se consideraba así mismo como un escritor vago que no estaba dispuesto a consumir sus días enfrascándose en el esfuerzo de producir textos largos, narrativos, ensayísticos o de otro tipo, que implicaran una dedicación y concentración para lo que no se reconocía dotado ni siquiera para intentarlo”.

Con Francisco Ayala y Vázquez Medel Con Francisco Ayala y Vázquez Medel

Con Francisco Ayala y Vázquez Medel / A. C.

Esa parece ahora la filosofía vital de Sánchez Trigueros en cuanto a la escritura y la lectura. “A veces me han preguntado. ¿No has leído Posteguillo? ¡Pero cómo voy a leer a mis años una novela histórica de Posteguillo que tiene más de 700 páginas! No me queda tiempo para esas cosas. La edad me ha vuelto muy selectivo. ¿Sabes lo que estoy releyendo? La Regenta. Eso sí creo que merece la pena”.

La cita es una cafetería cercana a la Plaza de Gracia. Viene vestido muy veraniego, con camisas a cuadros y pantalón claro. En algún momento, cuando lo veo a lo lejos, pienso que debe haberse dejado la chaqueta olvidada en algún paraninfo de la Universidad. Sonriente, atento, educado, como siempre, me saluda con el plácet que otorga la vieja amistad. Él pide un café doble y yo un agua con gas. Por supuesto la cita es por la mañana, un momento del día muy propenso para el recuerdo.

Nací en Málaga en 1943. Cuando tomaron los nacionales Málaga en 1937, fueron depurados todos los funcionarios que habían colaborado con la República, entre ellos mi padre, mi abuelo, el poeta Sánchez Rodríguez. Los dos estuvieron en la cárcel al terminar la guerra. Fueron condenados a diez años pero sólo cumplieron tres por una amnistía que se dio. Mis padres ya tenían dos hijos, mi hermana con trece años y mi hermano con doce. Seguro que no pensaban tener más descendencia. Pero cuando mi padre salió de la prisión, con la efusión propia de un hombre liberado de sus privaciones, fue en busca de mi madre y a los nueves meses nací yo. Mi padre nunca hablaba en casa de su episodio en la cárcel. Tenía un lema: olvidar y perdonar. Mi madre sí hablaba algo pero no demasiado. Cuando hice el servicio militar, en mi cartilla decía que mi padre y mi abuelo habían sido encarcelados por “auxilio a la rebelión marxista”. Fíjate qué tontería.

Antonio Sánchez Trigueros pasa su infancia y gran parte de su adolescencia en Málaga. Hasta que cumple 18 años y se viene a estudiar Filosofía y Letras a Granada. Y ya no se movería de aquí. Vino como becario al Colegio San Bartolomé y Santiago. Entró como colegial y salió como directivo del colegio y ya casado con María José, una chica a la que había conocido en la Facultad y con la que a la postre tendría dos hijos.

Terminé la carrera en el 67 y empecé a dar clases en la Facultad como ayudante de Literatura de Emilio Orozco. Luego fui ayudante de Andrés Soria de Crítica Literaria. Hasta que aprobé las oposiciones y fui profesor adjunto. Aquí en aquellos años se vivía mucho la Universidad. En los colegios mayores se celebraban actos culturales de todo tipo y por entonces ya había rendijas y grietas de libertad. Coincidió con la época de Fraga donde fue nombrado delegado de Información y Turismo en Granada Antonio Gallego Morell, que no se metía en nada y nos dejaba hacer. Luego fue peor, vino una censura más férrea, más coercitiva.

Como miembro del jurado del Premio Cervantes Como miembro del jurado del Premio Cervantes

Como miembro del jurado del Premio Cervantes / A. C.

El Festival de Internacional de Teatro

Antonio consigue ser profesor muy joven. Las cosas eran diferentes que ahora. Por entonces sólo había una cátedra (Antonio Llorente) y él forma parte de un equipo de becarios y profesores jóvenes que intentarían dar la dignidad que se merecía la asignatura. Pero es que, además, Antonio siempre estaba dispuesto a implicarse en tareas en las que saliera ganando el mundo de las letras. Como cuando propone la creación del Festival Internacional de Teatro de Granada.

–A mediados de los ochenta había un ambiente teatral magnífico en Granada. Yo había estado en el festival de Aviñón y pensé que aquí se podría hacer algo parecido, aunque más modesto, claro. Coincidía con que Antonio Jara estaba buscando un modelo de ciudad para Granada. Por entonces era concejal de Cultura Mariló Cotarelo, que le pareció magnífica la idea de montar un Festival Internacional de Teatro aquí. Y lo pusimos en marcha. Por supuesto tuvimos muchas críticas porque era un teatro de vanguardia, experimental y hecho por jóvenes. Entre otras cosas porque no había dinero para montar teatro clásico, en donde las compañías cobraban un montón. De todas maneras lo que yo pretendía era que el espectador sintiera una emoción aunque no hubiera un argumento tradicional y que comprendiera que la obra literaria no tiene una sola verdad, sino muchas. Estuve nueve años, hasta que cansado de intentar convencer a los concejales de turno que decían que al festival había que darle un nuevo giro y de personas que me estaban haciendo la cama, dije que hasta aquí habíamos llegado y me marché en 1992.

Sin duda, una de las personas que más ha contribuido a conocer la figura de Francisco Ayala, es Antonio Sánchez Trigueros. Como él mismo ha dicho en alguna ocasión, uno de los hechos más curiosos, sobresalientes y dignos de un estudio sociológico de la vida literaria española y granadina de los últimos treinta y tantos años, ha sido sin duda el largo pero constante proceso de reconocimiento de la figura de Ayala desde su vuelta definitiva a España, como profesor jubilado, hasta la apoteosis final de su centenario. Ayala, debido a su exilio, era prácticamente un desconocido para los españoles en general y para los granadinos en particular. Hasta que cae en las manos de Antonio Sánchez Trigueros.

El día del Pozo de Plata flanqueado por dos nietas El día del Pozo de Plata flanqueado por dos nietas

El día del Pozo de Plata flanqueado por dos nietas / A. C.

–En 1977, invitado por el Departamento y por Emilio Orozco, vino Francisco Ayala a dar una conferencia en Granada. Ahí empezó mi relación con él. Después lo trajimos muchas veces más a los Cursos de Extranjero que yo dirigía y a la Universidad Antonio Machado de Baeza. Él venía a todo lo que lo le proponía y llegamos a tener mucha amistad. En el 96, coincidiendo con su noventa cumpleaños, organizamos Antonio Chicharro y yo un simposio sobre su obra, pero no como novelista sino como teórico y crítico literario. Ayala no pudo venir porque se puso enfermo, pero de aquel congreso salieron unas actas que hoy son imprescindibles a la hora de valorar su obra. Fue poco después cuando Vázquez Medel y yo pensamos en crear una fundación. Yo desde la Universidad de Granada y él desde Sevilla. Por entonces yo era director de Extensión Universitaria y al rector, Lorenzo Morillas, le pareció buena la iniciativa. A Francisco Ayala tampoco le pareció mala idea, aunque él nunca hacía nada por promocionarse. En aquel primitivo proyecto que surgió en el seno de la Universidad, no quisieron participar las instituciones, así que la Fundación nació siendo patronos la hija de Ayala, Rosa Navarro, Vázquez Medel y yo. Luego, en el centenario del escritor, cambió la cosa. Se hizo una especie de refundación y todas las instituciones entraron a saco en la idea y a los primitivos patronos nos hicieron renunciar. Pero bueno, yo cuando me voy de un sitio cosa jamás pienso en lo que he dejado. Me considero una persona con una buena capacidad de trabajo que puede hacer varias cosas a la vez. He estado en muchas movidas, pero eso sí, siempre he puesto como prioridad en mi vida mis clases como profesor.

En la tertulia de La Voz de Granada con Pablo Alcázar, Agustín Martínez y Andrés Sopeña En la tertulia de La Voz de Granada con Pablo Alcázar, Agustín Martínez y Andrés Sopeña

En la tertulia de La Voz de Granada con Pablo Alcázar, Agustín Martínez y Andrés Sopeña / A. C.

El Pozo de Plata

Hombre con la cabeza bien amueblada, imaginativo y que se desenvuelve bien en las llamadas tormenta de ideas, además de inquieto por crear espacios nuevos en el mundo de la literatura, le hizo ser también uno de los precursores de la Academia de Buenas Letras.

–Lo de la Academia de Buenas Letras nació por una idea de José García Román, que era secretario de la Academia de Bellas Artes, cuando era presidente de la misma Paco Izquierdo. García Román me propuso crear una academia con personas dedicadas a las letras a imagen y semejanza de la de Bellas Artes. Tuvimos alguna reunión que otra en la que participaron Elena Martín Vivaldi, Manolo Villar Raso, Rafael Guillén, García Montero, Antonio Carvajal, el mismo Paco Izquierdo y yo. Y llegamos hacer unos estatutos que quedaron aparcados en algún cajón perdido de la Administración. Hasta que un día, dos o tres años después me encontré con Manuel Pezzi, cuando era consejero, y le pregunté por esos estatutos. Él no tenía ni idea pero al poco tiempo me dijo que los iban a aprobar. Y así nació la Academia. Los que estábamos en esa especie de comisión gestora, tuvimos que dimitir. Los siete primeros académicos fueron Arcadio Ortega, Andrés Soria, Pilar Mañas, Justo Navarro, Rosaura Álvarez, Antonio Chicharro y José Carlos Rosales. Después me integraron a mí.

Antonio Sánchez Trigueros también fundó la Asociación de Profesores de Teoría de la Literatura y la Asociación Andaluza de Semiótica. Tiene una capacidad de trabajo a prueba de inoportunos desalientos. Ha obtenido varios reconocimientos a lo largo de su vida, pero entre sus galardones más queridos está el Pozo de Plata que otorga el Patronato Federico García Lorca por su trayectoria profesional y sus investigaciones en torno al poeta de Fuente Vaqueros.

Ahora su vida parece haber pasado por la criba de los compromisos. Fue nombrado profesor emérito y pasa su tiempo leyendo y viendo películas. Ha desistido de seguir buscando a Wally (una de sus bromas) y observa con delectación de abuelo como el tiempo está haciendo de dos de sus nietas (tiene tres) unas apasionadas de la música.

–Les regalamos un ukelele y ya se atreven a tocar hasta el piano. Son geniales. ¡Hasta dan conciertos!

Dice con el orgullo de yayo hechizado, y nunca mejor dicho, por la habilidad musical de sus descendientes.

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