El análisis del sarcófago romano encontrado en el centro de Granada revela nuevos datos
patrimonio
El avance de la memoria determina que se trataba de un varón en edad senil
Desde el descubrimiento hasta que se excavó el interior de la caja de plomo pasó un mes, lo que hizo que el sedimento se endureciera "considerablemente"
El sarcófago romano aparecido en las obras del edificio de Villamena, la antigua sede de CajaGranada, es todavía objeto de estudio. En concreto, se trabaja en los restos óseos que aparecieron dentro de la sepultura. Sí se conocen nuevos detalles, que figuran en el avance de la memoria del sarcófago de plomo y al que ha tenido acceso este periódico.
En las conclusiones, se determina que la sepultura es “una pieza singular en el contexto de Granada, que carece de elementos decorativos”. También se señala que esa singularidad no es tal si se aleja la lupa. Es un elemento “común en el panorama de la investigación a nivel nacional”. Asimismo, se resalta el hecho de que tanto la pieza de plomo como los restos de su interior han podido ser analizados “antes de que hubiera sido expoliado, de modo que aporta datos más precisos sobre la forma y el ritual de inhumación”.
Los restos hallados dentro del sarcófago corresponde a un hombre “adulto, colocado en posición decúbito supino, de edad senil”. Asimismo, se resalta que no tenía “ajuar asociado”, únicamente se encontraron unas tachuelas, que serían de unas sandalias romanas, unas caligae.
El análisis con carbono 14 ha permitido fijar el hallazgo entre finales del siglo I dC hasta el segundo cuarto del III dC. Anteriormente se había fijado la datación entre los siglos II y IV. Con respecto a los análisis realizados sobre los restos –de todo tipo– el informe detalla que “han tenido que repetirse por distintos motivos”, por lo que los datos no han podido incorporarse al informe. Sí se destaca que el análisis del plomo de la caja “demuestra que la materia prima no procede del entorno minero de Granada”.
El informe señala que fue necesaria la desarticulación parcial del sarcófago para poder acceder al interior. “Después de un periodo de incertidumbre” finalmente el Arqueológico se hizo cargo de los trabajos para la apertura total, mientras que los arqueólogos –Ángel Rodríguez Aguilera, Macarena Bustamante, Inmaculada Alemán, Carmen Jódar, Julia Rodríguez Aguilera y Mercedes Murillo son los firmantes de la memoria– realizarían la excavación.
La pandemia, como no podía ser de otro modo, se cruzó con los estudios sobre los restos y en el documento se detalla que “los resultados se han retrasado más de lo esperado”.
Fue el 4 de junio de 2019 cuando con alumnos del Máster de Antropología Física y Forense de la Universidad de Granada se comprobó que “existía un sarcófago de plomo, de 1,97 metros de longitud, 0.53 metros de anchura en su lado este y 0,33 en el oeste”. Ahí mismo se comprobó que el grado de aplastamiento “aparentemente no era muy alto”.
El citado informe detalla que en 1902 se encontró otro sarcófago en Gran Vía, y en los 70 se hallaron unas urnas de incineración íberas en San Antón, mientras que en Zacatín aparecieron cerámicas griegas y vidrios fenicios y púnicos “asociados a un ritual de banquete funerario del siglo VI-III aC”. Por ello, se plantea que lo que ahora es el centro de la capital fue el “espacio extramuros de la ciudad romana” y que el cauce delDarro “actúa como uno de los ejes de acceso”.
El sarcófago es liso, sin detalles decorativos “a excepción de un detalle a modo de broche sobre una de las uniones que se conserva tan solo en uno de los lados de la caja, el izquierdo”, y que no está en el derecho. Se han identificado una plancha de metal para la tapa y dos para la caja. “Presenta además cuatro grapas o remaches de hierro”, ya prácticamente mineralizados. Se extrajeron cinco kilos de barro.
Se excavó “la totalidad del interior” de forma manual. Se encontraron restos de un único individuo “que por lo general se encontraban en buen estado de conservación”. El proceso fue “laborioso”, ya que se dejó pasar un mes desde el descubrimiento lo que hizo que el sedimento se endureciera “considerablemente”. El cráneo presentaba fracturas, con pérdida en la región maxilar. Los huesecillos de los pies se encontraron diseminados.
El cuerpo se descompuso en un periodo que fue de entre tres y cinco años. En ese tiempo se produjo una alteración de la sepultura. El cadáver fue depositado directamente en el interior del sarcófago sin que se utilizada “ningún tipo de sedimento para cubrirlo”.
Los huesos se limpiaron con agua destilada y se restauraron con acetato de celulosa. No se han manipulado parte el fémur ni del húmero para posteriores análisis. Con los análisis realizados, se ha concluido, según la memoria, que se trata “de un varón que falleció a una edad senil”. En un informe preliminar se determinó que era un hombre joven, cuestión que se ha visto modificada en esta memoria.
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