Granada

La entrañable historia del guitarrero de Granada que repartió diez millones de euros

  • José López Bellido distribuyó entre familiares, vecinos y amigos 25 décimos de lotería premiados con el Gordo y que han sacado de un apuro a 60 familias

Peña Los 17. El que sostiene el décimo es José López Bellido.

Peña Los 17. El que sostiene el décimo es José López Bellido.

El día 20 de diciembre, domingo, amaneció un día gris y estaba lloviznando. José López Bellido, Pepe ‘El Guitarrero’ como todo el mundo lo conoce, se puso sus zapatillas de andar y se fue al Llano de la Perdiz. Hacía muchos años que no subía por allí pero ese día le apeteció. Desde uno de los miradores de la zona, observó la ciudad puesta a sus pies. Su querida Granada. Una tenue niebla filtraba la luz y apagaba los colores. Respiró profundamente para que su olfato reconociera el aroma a pino y a tierra húmeda, dos olores que suelen hacer felices a las personas que lo aspiran. Con él también funcionó. Se sentía afortunado y satisfecho consigo mismo por haberse demostrado que aún estaba en forma y que todavía podía andar varios kilómetros a pesar de ser casi un octogenario. El tono de su estado de ánimo era muy alto. Con esa satisfacción miró el horizonte y exclamó: “Ya solo me falta que pasado mañana me toque la lotería”. Y le tocó.

Había adquirido en la administración de la calle Príncipe 25 décimos de lotería. Desde hace más de 20 años lo hace. Es un ritual. Vecinos, familiares y amigos le confían a él la compra de la lotería navideña. Dice que siempre pide un número terminado en siete, pero que esta vez decidió combinar la fecha del nacimiento de su esposa con la suya y compró el 72897. Su esposa nació el dos del ocho (agosto) y él el nueve del siete (septiembre). 2897. El siete inicial le venía bien para sus propósitos porque ese es su número favorito.

DE BUEN CORAZÓN

José López Bellido, en su taller José López Bellido, en su taller

José López Bellido, en su taller

Pepe es un hombre de un gran sentido del humor y de gran corazón. Dicen sus amigos que seguro que muchos de los décimos que repartió los había regalado. Cuando hay reuniones él es el encargado de romper el fario de la tristeza y la seriedad. Enseguida coge la guitarra y se pone a tocar y a cantar. Me cuenta que el día del sorteo iba con su mujer por la calle cuando se encontró con Agustín, el antiguo miembro del grupo Los Ángeles. Estaban hablando con él cuando recibió la llamada de un familiar que se expresaba a trompicones y emocionada.

-No la entendía. Hablaba muy deprisa y casi llorando. Solo le entendía ¡Nos ha tocado, no tocado! Yo no sabía de qué se trataba hasta que caí en la cuenta. Fue mi mujer la que comprobó después que el número que yo había comprado era el del ‘Gordo’. Desde entonces mi teléfono no dejó de sonar. ¡Qué alegría! Lo que se siente es algo que no se puede explicar.

Pepe había adquirido dos billetes enteros y cinco décimos aparte del número premiado. Él es un hombre que le concede importancia a las señales.

-Se difundió enseguida que me había convertido en multimillonario, pero no es así. Me llamaban personas hasta de Francia y Alemania, en donde yo he vendido guitarras, para felicitarme y darme la enhorabuena. A todos les tenía que aclarar que yo solo me había quedado con un décimo. Que los demás los había repartido.

Nos dice Pepe que habrán sido unas sesenta familias las que se han beneficiado de su buen ojo a la hora de elegir el número. Entre los agraciados hay gente que las estaba pasando canutas: personas en el paro, un matrimonio joven a punto de perder la casa porque no podían pagar la hipoteca, uno que iba a cerrar el negocio por culpa de esta crisis, padres que ha repartido el dinero entre sus hijos más necesitados…

-¿Sabe usted? Yo me siento muy orgulloso de haber contribuido a ayudar a todas esas personas. Le puede decir que la mayoría de los que han cogido dinero lo necesitaban de verdad. Una amiga estuvo llorándome casi tres horas seguidas porque el dinero le había salvado de un gran apuro. Yo soy muy sensible y lloraba a la par que ella. ¡No he echado más lágrimas en mi vida!

Pepe dice que no es demasiado aficionado a la lotería, pero que desde hace 70 años juega a un número al que estaba suscrito su suegro: el 12064.

-Nunca sale. Ni una aproximación siquiera. Más de una vez he estado tentado de llamar a la central de la Lotería para preguntarles si es que ese número no lo echan en el bombo. Jajajajaja.

 LA PEÑA DE LOS 17

Uno de los décimos que había comprado Pepe lo aportó a una especie de porra que hace una peña a la que él pertenece. Se llama ‘La Peña de los diecisiete’ porque ese es el número de los socios. Cada miembro aporta un número a esa porra. Entre todos se han repartido los cuatrocientos mil euros del premio.

-Ahora todos quieren que sea yo el que compre los números de la lotería. Jajajajaja.

Pepe El Guitarrero tiene 78 años, de los cuales sesenta casi se los ha tirado construyendo los instrumentos musicales que justifican su apodo. Me cuenta que ha vendido guitarras a los cinco continentes y que decidió por dar terminada su vida laboral en 2017, cuando a su mujer le detectaron un cáncer de colón. Su esposa se curó y él decidió pasar más tiempo con ella a partir de ese momento. Tenía el taller en la Cuesta Gomérez.

La noticia y su desenlace, por supuesto, han acarreado muchas anécdotas. Pepe me cuenta que cuando los amigos lo llamaron para festejarlo desde el mercado de San Agustín, les tuvo que decir que no podía porque estaba demasiado nervioso.

-Me dijeron que me fuera a tomar un vino con ellos. ¿¡Un vino!? ¡Si yo lo que necesitaba era una tila!

También me cuenta lo que hizo un agraciado que se presentó a una cena en la Peña de la Platería donde habían quedado unos cuantos para celebrar el acontecimiento.

-Se fue el Nevada con el chándal más viejo que tenía y allí se compró el mejor traje con su correspondiente corbata de seda y una camisa cara. Iba como un pincel. El chándal lo echó a la papelera. Vida nueva.

Y lo que dice que le pasa ahora cuando sale a la calle:

-Como el niño que cantó el ‘Gordo’ era negro, ahora a todos los negros que veo me dan ganas de darles de un abrazo.

Y suelta otra de sus carcajadas.

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