CRÓNICAS DEL CONFINAMIENTO

Los periódicos de papel en tiempos del virus

  • Ahora resulta imposible hablar de otra cosa, al igual que también lo es no conocer la obsesión española por tener el culo limpio

Uno de los muchos memes sobre el papel higiénico que circulan por las redes.

Uno de los muchos memes sobre el papel higiénico que circulan por las redes. / G. H.

Ahora es imposible hablar de otra cosa. Lo pienso y no me sale. Para un articulista como yo que tiene como norma primordial no aburrir a los lectores, le parece imposible escribir de otro tema que no sea algo relacionado con el coronavirus, ese bichito que nos tiene acojonados y que ya se ha adueñado de nuestra voluntad, de nuestro tiempo y de nuestra conciencia. Así que siguiendo el modelo de El Decamerón y atendiendo a los consejos sanitarios, me he confinado en mi torreón-biblioteca con un gel con el que me lavo las manos frecuentemente. No me pongo mascarilla porque a mi lado tengo una botella de manzanilla, que no sé si eso bueno, pero rima.

Si se acuerdan del argumento del famoso libro de Bocaccio, unos jóvenes se van a una villa campestre huyendo de la famosa epidemia de peste de mediados del siglo XIV que se dio en toda Europa. Los jóvenes confinados se ponen a contar historias para no aburrirse. Hay una película que no me acuerdo de su titulo que trata sobre un pueblo sitiado por los nazis que imponen un toque de queda y un club de lectura se reúne en la clandestinidad para hablar de libros y contarse historias. Sin duda creo es el mejor remedio contra un confinamiento: contarles historias.

La primera se me ha ocurrido tras comprobar el excesivo apego que tiene este país al papel higiénico. Este miércoles pasado ya le dediqué una columna, pero es este un tema que requiere más rollo, y nunca mejor dicho. Algo que sirve para limpiarse el culo se ha convertido en el producto estrella de los supermercados. Cuando se lo conté por guasap a mi amigo Harry, el irlandés, se descojonó.

"Ahora sí entender yo cuando independentistas decir que España es un país de mierda", me escribió y a continuación me puso cuatro o cinco emoticones de esos a los que se le saltan las lágrimas de la risa. Me dijo que en su país no estaba pasando eso y que allí lo que estaba muy demandado era el güisqui y la cerveza. Me contó que habían suspendido San Patricio y que esperaba que para cuando llegara el Bloomday, el 16 de junio, esto del coronavirus se haya acabado. Entonces el que le puso los emoticones de rostros descojonándose de la risa fui yo.

Ganchos en el retrete

El comienzo de la crisis me pilló en tierras navarras, donde estaba haciendo el Camino de Santiago con unos amigos. Uno de los miembros de la expedición dijo que había llamado a su casa y le habían dicho que en los supermercados la gente se estaba llevando cantidades ingentes de papel higiénico y que en muchos sitios ya no había. Por fin entendí la expresión esa de cagarse de miedo. Llamé a mi mujer y le dije que no tirara los periódicos viejos que tenemos apilados en el trastero. Se extrañó un poco hasta que le expliqué que pueden sernos útiles a la hora de limpiarnos el culo.

Muchos de los que me está leyendo ahora saben que desde que se inventaron los periódicos, estos han tenido varias utilidades además de la simple lectura. Una de esas utilidades era el de servir como papel higiénico. Los periódicos que llegaban a las casas se cortaban en trozos (todas las páginas excepto las de las esquelas, porque estaba mal visto que alguien se lustrara el pompi con el nombre de un fallecido) y se ponían en un gancho hecho de alambre. Había también otros papeles que se utilizaban para ese menester, pero eran más ocasionales.

Alguna vez he contado la anécdota de un coche que en los años sesenta pasó por una carretera de Jaén a cuyos lados había tajos de jornaleros cogiendo aceituna. Por la ventanilla del coche alguien echó un puñado de papeletas que anunciaba una de aquellas votaciones sindicales que permitía el franquismo. Los aceituneros se lanzaron en tromba a cogerlas. El dueño del olivar le dijo al manijero que le extrañaba ver a tantos jornaleros interesados por la política y deseosos de saber lo que decían los folletos.

-Que va. Si la mitad no sabe leer. Los cogen para limpiarse el culo.

La muerte de Marilyn

Lo he contado algunas veces. Yo personalmente le debo ser periodista, en parte, a un cacho de papel de periódico de esos que se enganchaban en el alambre. Un amigo de mi padre, Tomás el practicante, gran lector de periódicos, le había dicho a mi progenitor que una buena profesión para mí sería la de periodista. Mi madre no estaba de acuerdo. Ella decía que ese oficio no podía ser bueno si el producto final podía acabar luego en un retrete. Un acaecido dentro del seno familiar le hizo cambiar a mi madre de opinión. Cuando mi tío Juan, que vivía con nosotros, se iba al retrete se entretenía leyendo los trozos de periódicos enganchados en el artefacto de alambre puesto en la pared. Un día salió del evacuatorio triste y mohíno. Llevaba en la mano el cacho de periódico causante de su desazón.

–¿Se puede saber qué te pasa? –le preguntó mi madre al verlo tan cabizbajo.

–Ha muerto esa actriz rubia tan guapa que sale en las películas. Se ha suicidado. Mira, lo dice aquí –comentó mi tío.

Mi madre entonces se acercó y cogió el trozo de periódico. Era un trozo amarilleado por el tiempo porque pertenecía a un ejemplar de hacía seis meses. Allí estaba la foto de Marilyn Monroe. La noticia decía que la actriz había aparecido muerta en su domicilio. Mi madre se arrepintió como nunca de no haber podido ir a la escuela y de no saber leer. Mi tío cogió el trozo de periódico y comenzó a leer. Lo hizo muy despacio, dando la suficiente cadencia a las palabras y a las frases. Con entonación cautivadora, como si fuera un locutor de radio. Contó con todo detalle los avatares de la muerte de la actriz, que, a pesar de ser famosa, era una mujer que se sentía muy desgraciada porque no había encontrado el amor de su vida.

–Pobrecilla. Hace poco la vi en la película esa de las cataratas –dijo mi tío al terminar de leer.

Entonces a mi madre se le hizo un nudo en la garganta. La actriz tenía la misma edad que ella. ¿Qué terribles motivos tenía una mujer joven, famosa y con dinero para quitarse la vida? Se sintió impresionada por lo que había escrito aquel periodista sobre la actriz.

–¿Sabes? A lo mejor no es tan mal oficio ese de periodista. Es bonito escribir así –dijo mi madre.

Desde ese momento supe que sería periodista.

Durante los días de histeria y acopio de papel higiénico han surgido decenas de memes que se han difundido por la red. Memes que tratan con humor la obsesión española por tener el culo limpio, cuando lo que hay que tener limpia es la conciencia. Uno de esos memes que, sin duda, ustedes han visto ya porque ha sido uno de los más difundidos, se ve un rollo del entrañable papel El Elefante en lo alto de una cisterna. Y dice: "Hoy me voy a dar un capricho". Debajo advierte: "Gran reserva". Pa cagarse vivo.

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