Conciertos

La Navidad según el evangelio (flamenco) de Jerez

'Así canta Jerez en Navidad'. / José Ángel García

“Arsa que toma, que el niño ha nacío”. Con un cuarto de hora de retraso sobre la hora prevista se abrió el telón del escenario del Cartuja Center. Sonaron los primeros compases de ecos flamencos. Las primeras letras del cante. Jerez celebraba su Navidad en Sevilla. La plaza de la Asunción, tabanco Plateros, barrio de Santiago, barrio de San Miguel. Esos itinerarios. Todo ello lo evocaron las voces de hombres y de mujeres, de cantaores y de cantaoras, que empezaron a interpretar el repertorio del espectáculo “Así canta Jerez”.

Para empezar: piropos a Sevilla -y a Triana- en las primeras letras. “¡Viva Jerez!”, se exclamaba desde el público. La Baja Andalucía -de Cádiz a Sevilla, de Sanlúcar de Barrameda a Lebrija- iba descubriéndose en este lugar. Un poco como si el Guadalquivir de repente se derramara sobre las tablas del escenario.  

El villancico “La samaritana” propició aplausos. Letra conmovedora y una melodía que contribuía a la emoción. Voces femeninas y Luis de Perikin a la guitarra. Los registros festivos siguieron con ese “diciembre santo” en el que “suenan panderetas” y “cantan los gitanos por la calle Nueva”. Celebrando el nacimiento del Hijo de Dios. El mismo Hombre que allí en Jerez también llaman Jesús del Prendimiento y aquí, en Sevilla, llamamos Jesús del Gran Poder.

Desde el escenario pidieron que se encendieran las luces del público. Luis de Perikin y su gente siguieron con su soniquete, con su “jaleo, jaleo”. Animando cada vez más. Y más. Y más. Con las luces encendidas, el público, ya entregado, se sumó a la letra. Y al baile incluso. Más de unos brazos al aire se vieron desde el palco. Chasquido de dedos. Aquí y allá. Allá y aquí. Aplausos al terminar el villancico.

“Dicen que nació para salvar a la humanidad…”, se cantaba en el teatro Cartuja Center. La hija de Luis de Perikin tomaba el protagonismo del concierto. También las voces -suaves, sedosas, delicadas- de las mujeres que deleitaban -abrigaban casi- en esta noche fría de diciembre. Tan próxima a la noche de Nochebuena. La letra era una delicia con reflejos de poesía popular: “Dicen que nació para salvar la humanidad, / y en tierra santa nacerá / un niño lleno de humildad… / y en el maero morirá. Para traer la paz, la paz. / Y nuestra vida salvará”. Sencillez y elegancia. Emoción y hondura. Son las definiciones de estos cantes navideños que conservan, y desprenden, toda la belleza de la celebración. Esa condición de fraternidad, de convivencia. De encuentro.

Pero el tono sereno, casi apolíneo, se marchó con la dionisíaca bulería de Jerez. Intensa y expresiva como el sabor del fino. Como la voz de la Paquera. Como las luces de esa feria que cae por mayo. Público al compás y derroche de cante y de baile. Con un ole, sonoro, terminó este tramo espectáculo. Esta fiesta a la Navidad. Y a Jerez. Y a Andalucía. “Ya se van los quintos, mare. / Ya se llevan a mi Pepe. / Ya no tengo quien me traiga / horquilla pa’ mi roete… / Que a los sordaíto / se lo llevan ya / al campo del moro / para pelea’…”.

Pausa breve. Tras esta, segunda parte del concierto. Predominio de sones de bulería nada más empezar. La fórmula del villancico vestido de reminiscencias flamencas, e incluso de reminiscencias flamencas-pop, regresaba al escenario del Cartuja Center. Sin duda una exitosa propuesta -entradas agotadas en las dos funciones de Sevilla- que nos introducía de nuevo en la fiesta de Jerez. Aunque no exactamente en la zambombas que estas semanas se están celebrando. Pero sí en un tributo a los villancicos jerezanos y a la manera que tiene la gente de Jerez de anunciar las pascuas. Lo aclaró Luis de Perikin: “Esto no es una zambomba”. Y añadió: “Que por cierto no se dice zambombá”. El apunte prosódico es aquí importante.

A las casi dos horas de concierto tomó el micro Manuel de Cantarote. Cogiendo el son andaluz del concierto y llevándolo, con cadencia, con saber, hacia los lugares de la catarsis sentimental. Timbres gitanos en la voz del cantaor. Timbre de saeta al Cristo de la Expiración en la tarde del Viernes Santo. Timbre de cante afilado en la quietud del tabanco.  “Mi Dios gitano. / Mi Dios eterno. / Rey de los cielos…”, se coreaba en el teatro. ¿En el Cartuja Center o en el Villamarta?

Tras el tema, una guitarra -gitanísima, claro- ocupó el protagonismo de la escena. Prodigio de manos las de aquel que tocó el instrumento durante unos minutos. Fue de esos momentos en los que el tiempo, que no puede hacerse más que tiempo, se hizo otra cosa. Música en este caso. Así quizá nos hagamos una idea de lo que aquí se vivió. Luis de Perikin retomó la voz del concierto. Aplausos y ovación. Cantaores en pie.

Inmediatamente después sonó “Si quieres agua fresca, niña, / ven a mi pozo”, letrilla que es todo un clásico de las stories de Instagram -de los instagramers de la Baja Andalucía- en estas fechas. El público levantado del asiento. Palmas al compás de Sevilla.

La noche continuó con el ritmo acelerado -pero en su tiempo- de la bulería. En el cante, en el toque y en el baile. Fin de fiesta. Navidad según los flamencos jerezanos. Navidad según estos profetas en la tierra natal y en la tierra hermana. En el teatro, publico y artistas, se despidieron del rito. Todos nos fuimos en paz. Convertidos al evangelio -flamenco- de la Navidad según Jerez.

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