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Festival Música y Danza | Crítica

Evocación de una Granada soñada

El pianista Javier Perianes embelesó anoche al público del Festival con un programa que nos devolvió a la Granada soñada por Falla

El pianista Javier Perianes embelesó anoche al público del Festival con un programa que nos devolvió a la Granada soñada por Falla / Jesús Jiménez | PS

El pianista Javier Perianes vuelve al Festival de Granada, y lo hace en solitario, en esencia, mostrándonos toda la grandeza de su arte, enraizado profundamente en Andalucía. Precisamente, su tierra es el hilo conductor del programa que ofreció en el Palacio de Carlos V, en un concierto en el que ni las aves osaron a interrumpir el discurso claro y lleno de referencias del pianista, que nos evocó una Granada soñada por muchos artistas, entre los que se encuentran Manuel de Falla, Claude Debussy o Isaac Albéniz.

Podría decirse que Javier Perianes es el gran solista al piano dentro del Festival de este año. Sin embargo, no vino solo la pasada noche, sino que acudió en compañía del recuerdo a una gran dama del piano: la inigualable Alicia de Larrocha, quien también evocó aquella Granada idílica que el nacionalismo musical representó tan acertadamente, y que regaló a la humanidad la que, con casi toda seguridad, es el mejor registro sonoro hasta la fecha de la Suite Iberia de Albéniz. En el centenario de su nacimiento, y en sentido recuerdo a su paso por el Festival de Granada, la maestra de maestros estuvo presente en el programa que Javier Perianes interpretó.

La velada se abrió con un tombeau, un homenaje en memoria de Claude Debussy escrito por Manuel de Falla. Aunque originariamente se escribió para guitarra, el propio Falla lo arregló para piano, siendo esta versión tan conocida como la original. Javier Perianes, que tocó toda la primera parte sin solución de continuidad, quiso de este modo simbólico empezar su intervención de este año con ese homenaje sonoro, lleno de recogimiento y expresividad.

Enlazando con la obra de Claude Debussy, se interpretaron tres piezas suyas que evocan una Granada deseada, presentida a través de la visión de Falla y otros artistas, pero nunca adquirida como experiencia propia. Esa estampa de una localización idealizada está presente en La tarde en Granada, La Puerta del Vino y La serenata interrumpida, piezas que se publicaron en sus colecciones Estampas y Preludios. De naturaleza delicada y un sentido de la rítmica suave y expandido, en realidad se trata de esbozos de una sensación a partir de los estímulos que un relato, una postal o un poema ofrecían al compositor. Perianes, que tiene una enorme capacidad para matizar y expresar dentro de los registros suaves, supo extraer todo el significado a estas tres breves piezas, que conectan a través del éter la Granada de Falla con el París de comienzos del siglo XX.

Otra imagen digna de exponer en esta noche granadina es la que Isaac Albéniz ofreció en la Suite Iberia, y más concretamente en El Albaicín, que magistralmente acometió el pianista onubense. Este número de la Suite Iberia retrata una Granada misteriosa, donde el recuerdo de la época nazarí convive con la modernidad, un espacio onírico que resultaría muy del agrado del viajero romántico. La Suite Iberia es una pieza clave para la definición del nacionalismo musical en España, y dio a conocer nuestra música a nivel mundial, tanto que el propio Manuel de Falla consideraba a Albéniz y a Enrique Granados dos pilares básicos para definir este estilo.

La interpretación expresiva y llena de matices de El Albaicín se unió, casi sin pausa, a la Fantasía Bética de Manuel de Falla Que cerró la primera parte del programa. Sin duda se trata de la gran obra pianística del autor, pese a que acudió a menudo a un instrumento que para el compositor era una prolongación misma de su ser. Concebida como una suerte de poema musical, contiene varios episodios evocadores que conviene saber destacar, algo que Javier Perianes realizó magistralmente. Su versión de la obra de Falla estuvo descargada de efectismo, pero llena de fuerza expresiva; su agilidad en los agudos, el cuidado de los pasajes más delicados y la energía de los attaca fueron sublimes. Aquellos que tuvimos la suerte de escuchar en directo a Alicia de Larrocha pudimos sentir cierta semejanza en el uso de estos recursos, pues la pianista era capaz de extraer toda la esencia del instrumento en este tipo de repertorio.

La segunda parte se dedicó por entero a la suite de Goyescas, la ópera que dio a conocer a nivel mundial a Enrique Granados y que, en cierto modo, le costó la vida, pues murió en un accidente naval cuando regresaba de su estreno en Nueva York. De esta ópera el compositor había extraído varios episodios y los había arreglado en una partitura pianística que, en esencia, resume todo el significado de la obra. Durante cincuenta minutos Javier Perianes se entregó por completo a la partitura, nada sencilla, y articuló magníficamente las particularidades técnicas y expresivas de cada una de sus partes.

El público, que en todo momento contuvo su emoción y agrado, arrancó en un sonoro aplauso a la conclusión de la obra, persuadiendo con él al pianista para que ofreciera fuera de programa dos propinas: otro número de la Suite Iberia (Jerez), y la Danza del fuego fatuo en el arreglo para piano que el propio Falla hiciera a partir del homónimo episodio del Amor Brujo. Tras estos regalos musicales, Javier Perianes se despidió afablemente y abandonó el escenario. Atrás dejó a su compañero de viaje, un piano solitario que esa noche reflejaba la “luna de ciervo”, tras la cual, quizás, una Alicia de Larrocha sonriente siguió con interés el recital, permitiéndole volver una vez más a la Granada que tanto quiso.

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