Julia Uceda | Poeta

"No hay que ser obediente; yo nunca lo fui"

  • La escritora sevillana, flamante Premio Lorca, habla sobre las claves de este oficio, su exilio voluntario a Estados Unidos y la importancia de la memoria 

La poeta Julia Uceda (Sevilla, 1925), en una imagen de archivo.

La poeta Julia Uceda (Sevilla, 1925), en una imagen de archivo. / Luis Serrano

"Sevillana -pero sin ejercer- errante desde hace tiempo por esos mundos, su poesía se encuentra en las antípodas del andalucismo tópico y muy lejos también de la de su generación -la del 50-". Así define el escritor José Luna Borge a Julia Uceda (Sevilla, 1925), flamante premio Lorca de Poesía. Blas Sánchez Dueñas, Doctor en Filología Hispánica, habla de su obra como "una de las más personales, singulares y auténticas de la lírica española de la segunda mitad del siglo XX y de los comienzos del XXI".

La autora atiende al teléfono con un catarro de aúpa desde su casa de la gallega Ferrol, donde lleva afincada más de dos décadas. Eso no le impide charlar a la escritora y profesora con la susodicha, que queda impresionada por las palabras de esta mujer sabia, honda, tremendamente libre -en su obra, en sus opiniones, en su vida- y risueña por momentos.

Uceda escribe para explicarse a sí misma aquello que le preocupa, que le trastorna, que quiere conocer. Los libros, la memoria, la historia -siempre la historia y el pasado-, el silencio, los sueños, la experiencia vital acumulada y la naturaleza inspiran sus poemas. El crítico Ignacio F. Garmendia dice al respecto: "Lo indecible en su obra, que da pie a una suerte de filosofía poética, se muestra vinculado a planteamientos existencialistas de hecho la veta que llamaríamos metafísica convive en su poesía con otra fuertemente irracionalista".

-El jurado la ha definido como "una poeta outsider que escribe desde el margen". 

-Eso me ha gustado mucho. Lo de outsider (ríe). Me ha parecido muy gracioso y muy adecuado.

Otra imagen reciente de la escritora andaluza. Otra imagen reciente de la escritora andaluza.

Otra imagen reciente de la escritora andaluza. / Luis Serrano

-Su primer viaje fuera de España, a París, le impacta mucho. "Supuso la primera salida al mundo libre de un grupo de alumnos universitarios de un país encerrado en una dictadura y en límites intelectuales muy estrechos, como pude ir comprobando con el tiempo", cuenta en el prólogo de Escritos en la corteza de los árboles. ¿Cómo recuerda aquel tiempo de dictadura?

-En aquella época, en la posguerra, las mujeres estábamos muy recogidas. Esa fue mi primera salida, imagínate.

-Se exilió voluntariamente a Estados Unidos en 1965. ¿Le cambió la vida?

-Sí, me exilié voluntariamente. No me echó nadie. Tenía otra manera de pensar. No me encontraba en mi sitio y claro, cuando pude, una vez que me doctoré en la Universidad de Sevilla, me marché a Estados Unidos. Después me fui a Irlanda. He vivido en todos esos sitios.

-Su poesía se volvió más coloquial, más directa, tras su paso por el continente americano dicen los críticos literarios.

-Es posible. Todo nos cambia. Los viajes que hacemos, la gente que conocemos. Todo eso nos modifica, nos cambia, nos enseña. Vemos otras costumbres, otras maneras de pensar. A mí me ha gustado siempre leer lo que la gente quizá no lea mucho o no le interese. A mí me interesa todo lo que me interese.

-A usted siempre le ha guiado "el deseo de conocimiento, la búsqueda y el compromiso social e histórico con el deseo siempre latente de hacer pensar, reflexionar y conocer la vida humana", leo en un artículo de Blas Sánchez Dueñas. ¿Qué trata de averiguar el poeta con su poesía?

-Siempre comienzo a leer a un nuevo escritor porque me llama la atención por algún detalle, por algo, no porque esté dentro de los planes de estudio. Me debe atraer por alguna razón. Siempre se aprende algo. Me gusta mucho la literatura no hispánica. No es que no la aprecie. Hay muy buenos escritores. Siento curiosidad por otros mundos, por otras expresiones, por otras costumbres. Siempre me gusta leer cosas que se salgan de lo corriente, de lo de todos los días. Sobre todo me gustan los autores que no están en los planes de estudio (ríe).

-Cuando a alguien le obligan a hacer algo, rehuye.

-Lo más importante para un escritor es su libertad, su libertad de crear. Bueno luego puedes pensar que esto merece la pena o no y seguir por otro camino. Tampoco hay que ser obediente. Yo no lo fui nunca.

-No creo que se lo pusieran fácil.

-Fácil no. No lo veía ni fácil ni difícil. Era lo que yo quería y siempre he ido por el camino que me atraía más. No me lo pusieron nada fácil. Que va. ¿En España? ¿En la época de la posguerra? ¿A una mujer? De fácil nada. Lo que decían era que tenías que ser una mujercita de tu casa. Pero eso no iba conmigo. Cuando llegó la hora fui mujer de mi casa. Pero en otro sentido.

-Vivimos en la era del feminismo. ¿Qué opina del movimiento en la actualidad?

-Si se sienten felices, bien, pues adelante. Cada uno encuentra su camino por sus propios medios. No me gusta censurar las elecciones de nadie. Si eso es suficiente, adelante. Yo he querido ser libre en mis elecciones y no me arrepiento. Qué quieres que te diga. Hay que correr los riesgos necesarios. Si eres obediente en todo más bien es aburrido.

-¿Los poetas deben ser comprometidos con su tiempo?

-Claro, con su tiempo y con su historia. Su historia española. Ahora las comunicaciones son tan amplias que lo que tú estás viviendo es todo. No puedes ignorar que han matado una mujer en Cuenca o cualquier cosa que ocurra en el mundo. No hay derecho a que lo ignoren. Todo te afecta. Tiene que afectarte, tienes que enterarte sobre todo.

-Silencio, memoria y tiempo están presentes en su obra. ¿Qué significado tienen para usted?

-Me alegra que hayas dicho también el silencio. Lo de los móviles es tremendo. Tengo un vídeo que guardé en el móvil. Que es un montón de gente en un tren pero mirando los móviles. No miran a las personas que tienen al lado. Eso es terrible.

-Pertenece usted a la Generación del 50, de la que también forma parte el granadino Rafael Guillén. Me dijo en una entrevista reciente que "ahora reparten el amor encapsulado, igual que el gazpacho en bote de cartón". ¿Piensa igual?

-Sí, estoy de acuerdo con él. Está todo muy estructurado, muy hecho, muy por este camino y si no vas por este camino es que te estás perdiendo. A mí me sigue pareciendo estupendo ser outsider (ríe). Rafael Guillén es amigo mío desde hace muchísimo años. He escrito cosas sobre él. Es una persona excepcional, a la que respeto y quiero mucho. Es un gran poeta.

-¿Qué le parece el auge de la ultraderecha en España?

-(Silencio). ¿Qué quieres que te diga? Me da mucha pena este país. Con eso te lo digo todo.

-Le atrae la literatura desde niña. En algunas entrevistas habla de un cuento que leyó muy pequeña.

-Tengo una memoria que a veces me da un poco miedo porque recuerdo cosas de cuando tenía tres años. Todas esas cosas me formaron. Las recuerdo por alguna razón. Esa razón es siempre formativa. Dudas, problemas, que se le presentan a los niños. Yo sigo acordándome de esos problemas. Me sigue asombrando la literatura. Hay muchos tipos de literatura. La que me interesa me interesó desde muy pequeña. En uno de mis últimos libros hay una autobiografía de todo eso, de los recuerdos y de la memoria. Porque nosotros somos memoria. Si no recordáramos nada sería espantoso. Lo que recordamos siempre es porque nos forma, nos impresiona, nos modifica. Cuando tiene una edad hay algo que te impresiona, que llega. Luego a lo mejor pasa el tiempo y te das cuenta de que aquello no tenía importancia. Es entonces cuando hay otra mirada. No te debes atar nada a preestablecido. Tienes que dejar que los recuerdos te modifiquen, te expliquen la vida. Todo está ahí, en el pasado. Estamos, somos pasado. No porque estemos soñando en el pasado. Es que la memoria nos hace. La poesía es memoria en muchos momentos.

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