Novedad editorial

Tiempos dantescos

  • 'Dante. La novela de su vida’ (Cátedra) ofrece una completa panorámica de la vida del autor de la ‘Divina Comedia’ cuando se cumplen setecientos años de su fallecimiento

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dante 3 / G. H.

El próximo 13 de septiembre se cumplen setecientos años de la muerte de Dante Alighieri, el autor de la Comedia, que Boccaccio calificó de Divina y que como Divina Comedia ha llegado a nuestros días. La encrucijada, pues, es doblemente dantesca. Por un lado, vivimos inmersos en el homenaje al gran literato florentino; por otro, comprobamos con desazón el abandono o rechazo de la cultura libresca (de libro) a favor de resúmenes superficiales extraídos tal cual de una página cualquiera de Internet; unos tiempos de desidia generalizada y “corta y pega” compulsivo. Habría que excavar un nuevo círculo en el Infierno de los creyentes y condenar allí a cuantos pudieron aprender y no lo hicieron, a los ignorantes por elección propia, a quienes la única enciclopedia que consultan es la llamada Wikipedia y tan solo les inquieta saber qué mensaje acaba de entrar en el WhatsApp. Hoy, con más motivo, resulta admirable el anhelo de conocimiento que ha movido a determinadas personas a lo largo de la Historia. En Dante. La novela de su vida (Cátedra), Marco Santagata nos dibuja a un hombre de apetito insaciable que quiso convertir la Comedia en la suma de todos los saberes de su tiempo.

Lejos de la imagen tópica del intelectual atrincherado en su torre de marfil, Dante se desvivió por poner sus conocimientos al servicio de la sociedad. Su ejemplo es todavía válido porque, en ciertos aspectos, la sociedad de su época no difiere sustancialmente de la nuestra. Florencia, una gran potencial mercantil y bancaria en aquellos tiempos, se regía por una mentalidad comercial y utilitarista de las relaciones humanas y había elevado a los altares a los dioses de la productividad, la rentabilidad y la competitividad, tal como hoy. Enfrentándose a esta lógica suicida, Dante denunció la fragmentación existente en la Italia de los Comunes (y en Europa) en obras como el Convivio y abogó por hallar un ordenamiento político y jurídico, así como un código de conducta basado en el mérito y la lealtad, que acabara con las viejas enemistades y permitiera superar el permanente estado de inestabilidad de la región (y el continente). Para Dante, escribe Santagata, la cultura es “la “comida” servida a quienes, para satisfacer el hambre de saber, se sienten a esta “mesa” participando en el “convite”. Esto significa convivio. En resumen: una buena formación ha de contribuir a la toma de conciencia del ciudadano y esa toma de conciencia es perentoria.

Ese proyecto de mejora se transformó en una decidida acción crítica, que alienta y abona su obra más famosa. Aunque Marco Santagata nos advierte de que “es imposible responder con una sola palabra a la pregunta acerca de qué es la Comedia”, él mismo se atreve a intentarlo presentándola como un “poema bifronte” que “habla del destino de la humanidad desde una perspectiva escatológica y, al mismo tiempo, realiza una lectura puntual e insistente de la más estricta actualidad”. Los escorzos de la sociedad italiana de entonces permanecen como rescoldos encendidos entre los versos del libro. Hablamos de una ficción y de algo más que una ficción, una fantasía que no es sencillamente una fantasía; ninguna lo es. El viaje de Dante a través del Infierno, el Purgatorio y el Paraíso es casi una excusa para hacer un recuento riguroso, pero nada imparcial, de la sociedad contemporánea. Hoy nada nos dice la mayoría de los nombres de los condenados a los horrores del Infierno o de quienes purgan sus pecados en el Purgatorio pero, en su día, los lectores podían ponerles rostro a todos. El hombre con sus luces y sus sombras deja una huella indeleble en la obra; la Comedia es signo de las muchas inquietudes del autor, de sus deseos, también de sus debilidades. En algún pasaje, la Comedia es de un refinamiento sobrecogedor; en algún otro, tiene algo de ajuste de cuentas.

Además de no poderse resumir en una única palabra, ningún artículo podrá dar cuenta de todas las sugerencias de esta obra inabarcable. La Comedia está a la altura de sus ambiciones; unas ambiciones desmedidas. Dante quería ser colocado entre los grandes poetas de la Humanidad y en el Limbo se muestra a sí mismo codeándose con Virgilio, Homero, Horacio, Ovidio y Lucano, “entre tanto ingenio, yo fui el sexto”, escribe en el canto IV del primer libro. Dante quiso que su obra fuera una nueva Eneida, una nueva Odisea, una nueva Farsalia y lo ha conseguido. Todo lector que presuma de tal debería leerla al menos una vez en la vida. Sería un buen modo de honrar al poeta en el séptimo centenario de su muerte y de combatir estos tiempos dantescos que decía al principio. Si se animaran a hacerlo, existe una magnífica edición reciente en el sello Acantilado, con traducción de José María Micó.

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