Cristina Fernández Cubas. Escritora

"La relación con mis personajes es buena, forman parte de mi vida"

  • La autora presentó ayer 'La habitación de Nona', su nuevo libro de cuentos en el que consigue crear un sentimiento de desasosiego en el lector.

Quien haya experimentado la ansiedad de ver un capítulo tras otro en series como Los Soprano revivirá esta angustia si abre las páginas del nuevo libro de cuentos de Cristina Fernández Cubas, La habitación de Nona (Tusquets), que ayer presentó en la Feria del Libro en un acto organizado por el Centro Andaluz de las Letras (CAL).

-A veces se valora la escritura al peso; si un periodista escribe cuatro páginas o un novelista hace 1.500 páginas da como una pátina de prestigio. Sin embargo, ¿un relato breve puede encerrar mucho más trabajo que un novelón?

-Yo creo en la emoción y, sobre todo, en la intensidad, por encima de la extensión. Me gusta concentrar las situaciones y no extenderme e irme por las ramas.

-'La habitación de Nona' es un cuento opresivo con mundos superpuestos o en paralelo. ¿Es seguidora de la teoría del multiverso?

-Si hubiese advertencias antes de cada cuento, en el primero pondría "Cuidado con los amigos imaginarios"; en el segundo, la advertencia sería "Cuidado con las viejas", y ya no puedo decir más. Lo que plantea es cierto, son unos cuentos en los que deseo agarrar al lector y que siga conmigo, no puedo darle demasiados datos, aunque la sorpresa final no es de estas apabullantes y, de alguna manera, es verosímil. Por ejemplo, en Andar por viejas, no es probable que suceda, pero es posible.

-Los telediarios dan noticias cada cierto tiempo de situaciones más o menos análogas, del terror que puede esconderse en la casa del vecino más ejemplar...

-Mi incauta protagonista ha ido a parar justo allí.

-En algunos cuentos hay una especie de justicia divina, como si una mala acción fuese el desencadenante de todo lo que sucede...

-En el cuento de la madrastra sí puede haber algo de esa justicia divina. En el caso de Andar con viejas es simplemente el peligro de entrar en una casa con secreto, porque existen las casas con secreto. El secreto aparece bastante en este libro.

-Volviendo al multiverso, ¿le aterra pensar en que puede haber infinitas 'Cristinas' Fernández Cubas o le reconforta?

-Ni una cosa ni otra. En otro momento, hace muchos años, lo viví como una pesadilla, me daba la sensación de que, cuando estaba escribiendo, en las Antípodas había una señora que se llamaría Christine Cubs que estaba escribiendo exactamente lo mismo que yo y al mismo tiempo. Era una sensación muy frustrante que me llevaba a la inmovilidad. ¿Qué hice? Escribí un cuento que se titula En el hemisferio sur con una escritora que vive obsesionada con la idea de que todo lo que hace está escrito ya antes, incluso que todo lo que piensa ya lo ha pensado alguien antes por ella. Entonces encuentra un libro que plantea todas estas dudas... Este pensamiento fue para mí como una terrible pesadilla, pero logré conjurarlo con la escritura, que entre otras cosas sirve para conjurar pesadillas.

-Sin necesidad de recurrir a universos paralelos, algunos tienen la sensación de que, en este mundo, todo está inventado. Desde luego es innegable que ahora, con el peso de la tradición, es más difícil buscar un argumento novedoso que hace 2000 años...

-Eso no se debe pensar, porque si lo hiciéramos no podríamos hacer nada. El mismo tema puede ser abordado por miles y miles de escritores, los argumentos pueden coincidir, pero lo importante es la mirada, que es personal e intransferible. La misma historia, contada por diez personas, es totalmente diferente. Hablo de la mirada que atraviesa los hechos y que va más allá. La mirada de cada autor es su identidad.

-Woody Allen juega en 'Desmontando a Harry' con la idea de un escritor que se encuentra con sus personajes. En su caso, que lleva a sus creaciones al límite, ¿qué cree que le dirían? ¿Le reprocharían haberlos llevado a situaciones tan extremas?

-No creo, quizás algunas sí, pero tengo una relación muy estrecha con ellos, forman parte de mi vida. Creo que la relación es buena y cordial, incluso con los malvados, porque son personajes que están ahí porque yo los he creado, así que me deben sus existencia.

-Vivió en Buenos Aires un tiempo, pese a lo que en alguna entrevista ha dicho que nunca se ha psicoanalizado. ¿Conjura sus miedos a través de la escritura?

-No he sentido la necesidad, hay otras muchas cosas que me interesan.

-¿Intenta ser un misterio para usted misma?

-Claro, pero aparte de todo, conocerse a uno mismo es fundamental, me interesa mucho el psicoanálisis como estudiosa y como escritora, pero cuando me tumbo en un diván me quedo dormida.

-Hay películas o libros que nos cambian la vida; en su caso siempre señala 'Jennie', con Joseph Cotten y Jennifer Jones, como esa cinta que le abrió una puerta a lo desconocido, con un pintor que se encuentra a una niña que parece salida de otra época...

-Fue más que una fascinación. La posibilidad de burlar el espacio y el tiempo, de repente, en una película que no era para niños, era como darme la razón. Esa película tuve siempre en la memoria porque sentí que estaba destinada para mí. Son esos encuentros con un libro, una película o una persona que te ayudan a seguir en el camino en el que estás.

-En su gusto por lo desconocido, ¿le interesan programas como 'Cuarto Milenio'? ¿Dónde está la frontera entre la inquietud y la ridiculez?

-No suelo ver estos programas, pero esa línea no es igual para todo el mundo. A mí me interesan todos los fenómenos sin explicación aparente, porque todo obedece a una razón, pero lo que no me gusta es que se monte una comedia en torno a estos temas, y lo digo sin referirme a ningún programa en concreto.

-En su biografía vital aparecen ciudades como Buenos Aires, Lima, París, Berlín... ¿Literariamente se queda con la Comala de 'Pedro Páramo'?

-Así es, pero que me fascine no quiere decir que yo tenga escribir a la manera de Juan Rulfo. Cuando leí Pedro Páramo me quedé fascinada, pero espero haber desarrollado un universo propio porque la inspiración nace de lo que tienes dentro.

-Si en vez de haber tenido una niñera que le contaba cuentos de terror la hubiesen puesto delante de la televisión a ver 'Peppa Pig', ¿cree que su vida hubiese sido diferente?

-No lo sé, posiblemente no, porque la televisión es muy captadora y te puede abducir. Cada uno es producto de lo que ha vivido y yo siempre pienso que debo mucho a haberme criado en un pueblo, donde el tiempo se multiplicaba por mil y había espacio para todo, para pensar, para preguntarte cosas, porque los niños se hacen preguntas muy profundas... Incluso había tiempo para aburrirse, que es fantástico porque de aquí parte la imaginación, para combatirlo. Si al nacer me hubiesen puesto una televisión y no me la hubiesen regulado, posiblemente mi mundo sería otro y hubiese querido ser guionista de televisión.

-En su obra aparecen niños que no son ni mucho menos esos angelitos que se presentan habitualmente. ¿Por qué ese tabú sobre que un niño pueda albergar sentimientos tan humanos como los celos o la envidia?

-Los niños tienen su escala propia de valores. En un cuento hablaba de un niño que mata al abuelo al no darle las pastillas. Pero es que el nieto había visto a su abuelo rebuscar en su hucha, lo que en su escala de valores conllevaba no darle las pastillas. Los niños no son angelitos y la ingenuidad puede llevarlos a cometer actos que son reprobables a ojos de los adultos.

-El libro termina con unos entrañables protagonistas, los 'wasi-wano', ¿es una manera de dar un respiro al lector después de todos los sobresaltos que se ha llevado en los cuentos anteriores?

-Es que soy buena, yo también he pasado las de Caín escribiendo. Los wasi-wano son una ventana a la esperanza, un estado mental, y me parecía que el lector que me había seguido sin pestañear merecía, al igual que yo, un poco de alegría y esperanza.

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