Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

coleraquiles@gmail.com

Autocríticas, S.L.

¡Qué trabajo nos cuesta corregir nuestras propias fealdades, como Gracián nos pedía que hiciéramos!

Alguna responsabilidad tendremos columnistas y periodistas en los resultados electorales. Deberíamos autocriticarnos, como nos pidió Gracián: "Y no fuera poca conveniencia que el hombre se mirara a sí mismo, ya para que se temiera y moderara sus pasiones, ya para que reparara sus fealdades". O si no, encargárselo a una empresa externa, porque hablar de las fealdades de los demás es pan comido: que si Iglesias cerró los ojos cuando abrazó a Sánchez, como el amante que baja la guardia al abandonarse, sin reparar en que sería menos dañino hacer el amor con los ojos abiertos y cerrarlos para hacer la guerra; que si Sánchez ha intentado, exhumando al dictador, que Franco, como el Cid, le ganara la batalla electoral, después de muerto; que, cuando Abascal le hace la pelotilla a los civiles, en un tic de cortijero latifundista que le alarga la petaca al cabo para que se lie un cigarro, uno se ve forzado a tomarse 1 mg. de primperan; que si Casado se ha dejado la barba para obtener la respetabilidad que le quitó un máster. De Rivera, que ha dimitido, nada que decir, que no sea hagiográfico o panegírico. Pero mirarse a uno mismo para moderar las pasiones, cuesta. Los periodistas tendríamos que aceptar cierta parte de responsabilidad en la presente situación de ingobernabilidad, porque no hemos dejado de parasitar a los responsables y hemos convertido nuestros programas y columnas en un totum revolutum en el que conviven alabanzas o descalificaciones de los políticos con violaciones, pateras, sangre en la bañera del escenario de un crimen o gotas frías en la bañera mediterránea. Como somos incapaces de autocriticarnos, habría que externalizar la autocrítica. Los humanos solemos actuar a diario, con más o menos éxito, en el teatro de la vida ante un público crítico o complaciente. Somos fundamentalmente puro teatro. Gracián nos exige que seamos, al mismo tiempo, actores y público; que en el teatrico que montamos en nuestro interior nos bajemos del escenario, repensemos lo que hemos hecho y nos convirtamos en espectadores mordaces de nuestros propios actos. Se nos pide casi un imposible. De hecho no se conocen casos de una autocrítica eficaz, por eso deberíamos de encargársela a una empresa externa de autocríticas. Pero, ¡cuidado!, las más baratas solo nos advierten de que llevamos los calcetines desparejados.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios