Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

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Un Casio musulmán

Está de moda entre padres e hijos soltarse a cada momento un "te quiero". Antes nos amábamos por medio de señales

Por imperativo filial he comenzado a ver la serie de televisión Juego de Tronos. No he visto nada más que el primer capítulo de la primera temporada y me está afectando. No se crean todo lo que ven en las películas y en las series. Ahora todo el tiempo padres e hijos se están diciendo "te quiero". "Te quiero papá", "te quiero mamá", "te quiero hijo". No recuerdo que mi padre me dijera jamás que me quería. Ni mi hijo me ha dicho nunca que me quiere ni yo tampoco se lo he dicho a él. Eso no quiere decir que no tengamos un amplio repertorio de señales para decirnos lo mucho que nos apreciamos. Nos amamos a través de metáforas: la informática, las motos, el regulador de corriente de la Virago, el casco, la receta de la cazuela de alubias, la empanada gallega… El reloj Casio también ha contribuido a que nos demos muestras de profundo amor y consideración. Somos fanáticos de esta marca. Conservamos todos los Casios que nos hemos ido regalando. El último que me ha traído es un Casio gigantesco, más grande que mi muñeca. Me lo ha comprado musulmán. Tiene una ventanita en la que te va marcando las horas del rezo islámico. Y una alarma que pita al inicio de cada rezo y media hora después para recordártelo, si lo olvidaste. Yo no soy musulmán y él lo sabe, pero me dijo que era una manera de protegerme de un atentado. Que le han llegado noticias de que en alguno de los atentados perpetrados por yihadistas hay personas que se han librado por llevar encima el Corán o un reloj como el que me acababa de regalar. Aunque le he dicho que una cosa es ser musulmán y otra muy distinta ser yihadista, él ha insistido en que me lo ponga. Esta es su forma de decirme que me quiere. El caso es que, tras los comentarios que provocó el reloj, nos hemos quedado un poco sin temas de conversación. Y mi chico ha decidido que vea su serie favorita para retomar nuestros amores. Me ha aconsejado que no hable de ella hasta que vea, al menos, la primera temporada completa. Que me gusta opinar, me dijo, de las cosas sólo con mirarlas al soslayo. Acaba de examinarme del primer capítulo. Hasta me ha preguntado por la frase que le dice el cuñado enano del Rey de los Siete Reinos del Poniente al hijo bastardo de Eddard 'Ned' Stark, Señor de Invernalia. La recordaba perfectamente: "Los padres miran a sus hijos enanos como si fueran bastardos". He obtenido su placet. Puedo adelantarles que la serie, como la Thermomix, ha triturado múltiples ingredientes y referencias (Arturo, Tito Livio y la fundación de Roma, brumosas leyenda Vikingas...), creando un salmorejo épico de textura catártica que dispara nuestra fantasía y disipa nuestro miedo y preocupaciones. Ya les digo. Este primer capítulo me está afectando. Y me ha dado por relacionar, para no ser menos, el matrimonio contra natura de la CUP y Puigdemont con la leyenda de Melusina, que terminó tan mal. Consulten la Wiki y verán cómo la comparación no es tan disparatada.

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