Ciudad tomada

Nos sentimos felices con la Granada tomada por sillas y mesas de las infinitas terrazas que ocupan nuestras calles

Nuestra ciudad está tomada por un ejército invisible que se apodera de ella cada día, en cada mañana, en cada tarde y la mantiene ocupada hasta la noche, en ocasiones ni siquiera hay retirada nocturna y la invasión se mantiene cuando todos dormimos. Es una ocupación en que casi todos, y mi incluyo yo mismo como agente culpable y alevosamente participante como un quintacolumnista activo, pujamos con vigor y ánimo. Hasta me atrevería a decir que, allá donde vamos, vendemos nuestra ocupación como una gran victoria o quizás como una derrota dulce que no nos duele, que admitimos condescendientemente, con gesto de poco más podemos hacer y que las cosas son así y no pueden ser de otro modo, o que mejor esto que otra cosa desconocida.

Reconozco que no advertí la toma hasta muy recientemente, fue cosa del azar que juntó, en poco tiempo, una relectura de un cuento inquietante de Cortázar, Casa Tomada, con un paseo matutino al fresquito granadino de las mañanas de septiembre. En una unión imprevisible advertí que la ciudad estaba tomada, y al igual que los personajes del cuento, poco podía hacer para remediarlo, tan solo buscar un camino nuevo y zigzagueante por la calle tomada.

En efecto era muy temprano y ya estaba allí el ejército invasor, esperándonos con aquiescencia para que ayudáramos, como siempre, en la toma de la calle. De cualquier lugar, de cualquier esquina, calle, callejón, avenida o paseo. Se me vino a la mente aquello de ser ubicuo, hasta incluso retomando historias sagradas podría afirmar que la toma era omnipresente.

Podía ser que solo fuera aquella calle pero mis ojos seguían viendo al ejército pues era numeroso y silencioso pero casi incontable y repartido por todos los lugares que diera por transitar. En algunos espacios ya contaba con el beneplácito de los ciudadanos y ciudadanas que, censados en nuestra ciudad o en cualquier lugar del mundo, iban apoyando la ocupación ya no tan silenciosa y colaboraban en que Granada esté tomada, mañana, tarde y noche por un ejército blanco o gris o rojo, multicolor en fin.

En ocasiones puede haber algún conato de resistencia a la ocupación, quizás a algunos les dé por quejarse, incluso por escribir algunas letras de protesta, pero es resistencia vacua. Finalmente todos colaboramos, todos apoyamos la invasión y nos sentimos felices con la Granada tomada por sillas y mesas de las infinitas terrazas que ocupan nuestras calles. ¿Quién no ha preguntado alguna vez: camarero hay alguna mesa libre? Vale.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios