Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

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Coltrane y Mingus, jazz en Cenes

Hay dudas más que fundadas de que el flamenco naciera en Madrid y el jazz en mi pueblo

Hay datos indubitables que prueban la existencia de mi pueblo, negada por algunos, como si de un Macondo cualquiera se tratara. En los 60, había en Cenes un ramillete de niñas guapísimas y un párroco que difundía en la hojita parroquial de la diócesis ideas sociales, lo que la valió las críticas de la revista de ultraderecha ¿Qué pasa?; un perfumista que vendía sus pócimas al grito, nada inocente, de "¿Niñas, queréis algo?" y un árbol gigantesco que daba más de 100 kg de cerezas. Una foto prueba que los chicos también eran muy guapos y que copiaban el look de James Dean. La mayoría de ellos trabajaban y disponían de dinero para invitar a cubatas a los tres o cuatro estudiantes que no teníamos un duro. En Cenes, a los viejos les encantaba hablar con los jóvenes y a los jóvenes, escucharlos. En la vaquería de mi tito José aprendimos los niños que los becerros no venían de París y que se fabricaban in situ, con la colaboración de un semental de verga fina y telescópica. ¡Ah!, y hay documentos que atestiguan que en el referéndum de 1966 no se perdió ni un voto para Franco. Votó que sí el 102% del censo. Pero en lo del jazz, hay discrepancias. El jazz no nació en Cenes, ni el flamenco en Madrid, como afirma Almudena Negro, la descarada política popular. Pero sí sostienen algunos musicólogos que ciertas variantes jazzísticas surgieron a la vera del Genil. En una ocasión, siendo yo adolescente, sentado en el poyo de la casa de Jesusisco el Chamarín, Miguel, el aguacil, me contó que Coltrane, Mingus y sus bandas pasaron por Cenes de la Vega, de camino para la Sierra, y que dieron un concierto de jazz en el retablo que se ponía para representar comedias, en la puerta de Encarnación la de la Plazoleta. Miguel no discutía que la cuna del jazz fuera Nueva Orleans, pero, según él, la jam session cenera supuso un hito histórico. Los músicos improvisaron en ella melodías nunca oídas. Los ceneros no abandonaron por eso ni el flamenco ni la copla ni dejaron de traer para San Bartolomé la banda de música del Ave María. Ni a la Niña de los peines ni a Mairena ni a Antonio Molina. Pero, ya digo, hay quien no recuerda esta sesión de jazz: una mujer del pueblo me ha comentado: "¡Madre mía, con razón decía mi abuelo, nunca te acostarás sin saber una cosa más, porque esa efemérides que cuentas, no la recuerda nadie!"

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