Don Luis no podrá firmar

Uno es un un estorbo si no sabe utilizar los cajeros, si no entra en la banca online o si no se sabe el maldito pin

Estaba hace unos días el de la fotillo de arriba sentado en su cafetería de siempre, saboreando el café y la tostada con aceite de siempre, cuando vio entrar a una persona mayor, de unos ochenta y tantos años. El anciano dijo muy educadamente buenos días a la concurrencia y saludó a la camarera, una chica muy joven y atenta. ¿Qué tal, don Luis?, le preguntó la chica. El anciano le dijo que bien, pero que andaba un poco preocupado porque tenía que ir al banco a hacer una gestión y no sabía cómo hacerla. Le contó a la chica que antes él conocía a un tal Jesús, que estaba en la caja de la oficina que había cerca de su casa y que le atendía la mar de bien. Le decía a Jesús que quería doscientos euros y Jesús le daba doscientos euros. Le decía a Jesús que iba a pagar el recibo de la luz y el recibo de la luz se quedaba pagado. La camarera le preguntó si tenía tarjeta de crédito para operar desde el cajero, pero él le dijo que no, que entre que no veía bien y que padecía un poco de párkinson, le resultaría un suplicio sacar dinero a través de esa máquina. Ahora todo son claves, pines y la madre que los parió, se quejó don Luis. Luego dijo que un imberbe del banco le había aconsejado que aprendiera a operar por el móvil o por el ordenador, pero él no tenía ni una cosa ni otra. Él no es que rechazara las nuevas tecnologías, porque sabía lo que era el progreso, pero que no tenía ni tiempo ni ganas de aprender cosas nuevas porque le quedaban tres afeitados, como él mismo dijo. Me dio pena y enseguida me solidaricé con don Luis. Y pensé. Es verdad, a las personas de cierta edad nos gusta que haya una atención personalizada como la de antes, en la que tu ibas al banco y había siempre alguien dispuesto a escucharte. Ahora te has convertido en un estorbo si no sabes utilizar los cajeros, si no entras en la banca online o si no te sabes el maldito pin. Ayer la televisión dijo que hay ya un movimiento que pide firmas para reclamar a los bancos un trato más humano con las personas mayores que se sienten indefensas porque casi todas las gestiones bancarias son ya telemáticas. El problema es que las firmas son digitales y don Luis no podrá firmar.

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