Res Pública

José Antonio Montilla

montilla@ugr.es

Exabruptos

Es posible que el líder de la oposición desgaste al presidente con sus exabruptos, pero parece que se desgasta más él

La noticia política de la última sesión de control al Gobierno en el Congreso fue que el líder de la oposición dijo "coño". No fue el exabrupto cuartelero de Tejero el 23-F, ni el castizo de Labordeta. Fue un taco, digamos, político. Era el anuncio de que su oposición al Gobierno va a ser aún más destructiva, desde las propias palabras, con barbaridades y exageraciones, pero sin plantear a la ciudadanía una opción alternativa. Imagino que sus asesores demoscópicos le habrán dicho que esa estrategia dará resultado, aunque no lo hizo en 2019. No lo sé. Creo que le costará superar en barbaridades a Vox. Y, por otro lado, noto a la ciudadanía un poco harta de las palabras gruesas de los políticos. Es posible que el líder de la oposición desgaste al presidente del Gobierno con sus exabruptos pero parece evidente que se desgasta más él. Y ya sabemos quiénes se benefician.

Porque lo realmente preocupante de esta estrategia son sus efectos para el sistema democrático. La democracia se caracteriza por el contraste de posiciones distintas, siempre expresadas con argumentos, no con tacos y descalificaciones. Es más fácil despreciar al adversario político con un insulto que vencerlo con un argumento. Lo segundo requiere mayor esfuerzo mental, e incluso alguna capacidad. Pero sabemos que lo primero también es efectivo. Y lo sabemos porque la historia nos lo ha demostrado. Ocurre que esa es la parte de la historia contemporánea que no queremos volver a repetir. José María Lasalle, diputado del PP varias legislaturas y secretario de Estado con Rajoy, recordaba, en relación a este episodio, que la degradación empieza con las palabras y termina con las ideas. La frase me sonó a Victor Klemperer, el filólogo alemán que estudió la lengua del III Reich precisamente para demostrar esa relación entre las palabras y las ideas. En sus diarios, escritos a escondidas y publicados muchos años después, cuenta como en el día a día de la Alemania nazi van normalizándose expresiones con las que se construye un universo ideológico en el que se degrada a las personas.

Por ello, en el constitucionalismo de posguerra se impuso un respeto institucional entre los diferentes que empezaba por las palabras. Esto se ha roto con el ascenso de la extrema derecha tanto en Europa como en la América trumpista. De hecho, en España, el uso deslegitimador de tacos e insultos lo ejerce la extrema derecha desde que llegó al Congreso. Lo que alarma es que Casado asuma ese marco de actuación pues, como le recuerda su propio compañero de partido, supone degradar el sistema democrático.

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