Aunque la noticia del día está en el anuncio de ayer de que Susana Díaz presentará el 26 de marzo su candidatura para liderar el PSOE -mientras Pedro Sánchez arrasa en Cádiz apoyado por la alcaldesa de París-, mi preocupación por la libertad de expresión ha ido en aumento a lo largo de la pasada semana, sobre todo tras la denuncia de la Asociación de la Prensa de Madrid de acoso y amenazas sistemáticas por parte del equipo directivo de Podemos, encabezado por Pablo Iglesias, a los periodistas que cubren su información. Denuncia que viene después de que la Asociación de Periodistas Parlamentarios tratase infructuosamente de reunirse con Iglesias para abordar esta situación, lo que no es de extrañar a la vista de su ya conocida soberbia y prepotencia.

Acoso pues reiterado desde hace más de un año, materializado en ataques a periodistas en sus propias tribunas, en reproches y alusiones personales en entrevistas, foros y actos públicos, o directamente en Twitter. Provocación de miedo para conducir a la autocensura periodística, tratar de orientar y controlar el trabajo de los informadores y limitar su independencia, que es totalmente incompatible con un sistema democrático y más propio de dictaduras totalitarias.

Y es que este acoso pretende minar la credibilidad y el prestigio de estos profesionales, sometidos en ocasiones a un bombardeo constante de mensajes que descalifican o ridiculizan su trabajo y recortan su libertad de información.

La estrategia de acoso y derribo de Podemos vulnera pues de una manera muy grave los derechos constitucionales a la libertad de expresión y a la libertad de información y coarta el libre ejercicio del periodismo, que es imprescindible para preservar la salud de una sociedad democrática, o que pretende serlo…

Y mientras hasta El País publica la realidad de los impactantes mensajes recibidos y sufridos por periodistas, tales como: "Como escribas esto, te voy a destruir", "No voy a permitir que hagas ese perfil", "Pensaba que eras mala, pero eres aún peor" o "No deberías escribir esas cosas, te degradan como persona", el antaño cabecilla de la derechona más rancia ahora reconvertido en aguerrido podemita, Jorge Vestrynge, sólo acierta a decir que hay que jubilar a Victoria Prego como presidenta de la APM "porque mentalmente necesita un descanso", y quiere convencernos -al igual que los medios digitales afines al podemismo-de que las amenazas no son de Podemos a los periodistas, sino al contrario, el mundo al revés… Esta gente se piensa que los ciudadanos somos tontos…

Si un escándalo de esta naturaleza sucediera en Francia, Alemania o Gran Bretaña, el clamor periodístico sería apabullante y se produciría una condena pública unánime e inmediata que inhabilitaría a esos dirigentes y avergonzaría a su partido. Y en España ocurriría lo mismo si el acoso a los periodistas proviniera del PP o del PSOE, estaríamos ante un escándalo mayúsculo, pero no si quien acosa a los informadores es Podemos, es que su casta debe de ser superior…

Y es que hay que encajar la libertad de expresión siempre que se encuentre dentro de los límites de la legalidad, e igual que a muchos nos ha molestado la irreverente performance del ganador de la gala Drag Queen de Las Palmas, hay que aguantarse con tal libertad de expresión, al igual que deberían de aguantarse quienes no comparten y censuran los mensajes de HazteOír y demonizan sus caravanas, y también, por supuesto, los intolerantes y totalitarios dirigentes de Podemos. Nos gusten más o menos los mensajes ajenos, encajemos todos de una vez la expresión libre…

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