Los nuevos tiempos

César De Requesens

crequesens@gmail.com

Héroes del campo

Ahora lo amos son los progres de salón y escaño que les miran con el mismo desdén elitista que antes

Mientras los urbanitas nos desvivimos por complicar y retorcer las cosas normales de la vida, angustiados por si se pone un elle o un ella o si se hace traducción simultánea del gallego, el catalán o el vasco en el Congreso a hispanohablantes tirando a ombliguistas vagos, las gentes del campo ven cómo su modo de vida se pierde por unas políticas agrarias dictadas desde Bruselas bajo supervisión de ideólogos sin contacto alguno con el aire, la tierra, el agua o el paso constante de las estaciones.

Dignos hasta la médula, llanos en sus maneras pero con el corazón aún intacto de las malicias de los despachos, su rebeldía se expresa cabalgando sobre tractores que arremeten contra el orden establecido que les impone el silencio ante su ruina.

El olvido del campo es la desmemoria de los señoritos. Los de antaño sólo iban al cortijo a recordarles con paternalismo quiénes eran los amos. Ahora lo amos son los progres de salón y escaño que les miran con el mismo desdén elitista que antes tildándoles de fachas a esas personas con las manos encallecidas y el rostro ajado por el sol que no saben de festivos ni tienen tantas leyes pero sí el sentido común que los demás perdimos.

Refugio de tradiciones ya pérdidas en la urbe; trinchera del respeto a los mayores; cimiento de los valores familiares que pasan a mejor vida ante la fácil prostitución tan bien pagada del only fans y su excrecencia babeante, a nadie parece importarle que los custodios de lo que realmente somos vivan relegados a ser esos ciudadanos de segunda que nunca aparecen en los informativos, ajenos en su pacífico existir a la generación de noticias hasta que dijeron basta y se alzaron en armas contra un mundo que sólo les recuerda en las pandemias y en las hambrunas.

Sufren de carreteras infames; de falta de servicios esenciales; de una despoblación salvaje ante la falta de futuro que vuelve numantino el ser joven y querer quedarse. Sin ocio ni negocio sólo les queda marcharse o, como felizmente han hecho, sacar los tractores y plantarse en el centro de este matrix tecnológico para lanzarle un más que estiércol a los políticos para recordarles que sin campo nos morimos todos si nos rendimos a la tirana tecnología y su alienante urgencia, esa que sólo nos conduce al olvido de la paz del fuego crepitando en el salón mientras la siembra espera el día oportuno para realizarse.

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