Acta non verba

Curro Ledesma

rfledesma@economistas.org

Lecciones a la italiana

España es un país en el que cuatro indocumentados se han empeñado en convertirlo en un país de pandereta

Hace una semana que aterricé procedente de la hermana Italia. Uno no es realmente consciente de la magnitud de esta crisis internacional hasta que no sale de su círculo más próximo y más aún cuando comete la osadía de visitar otro país en estos momentos tan delicados. Sorprende, y mucho, volar en un avión casi vacío. No éramos más de veinte personas. Pero aún sorprende más llegar a un aeropuerto internacional como el de Fiumicino y encontrarlo prácticamente desértico. Sólo esta operativa la T1 por lo que todo viajero tiene que entrar y salir por ella. No hay colas ni aglomeraciones al igual que en nuestro aeropuerto vecino de Málaga. Si ya impactaba salir a la calle en mitad del confinamiento y deambular por las calles inhóspitas de nuestra Granada, imagínese vagabundear por esos pasillos interminables de los aeropuertos. Pero la sorpresa estaba por llegar. En cualquier rincón de la ciudad eterna, donde hace un año te cruzabas con turistas de cualquier nacionalidad, hoy apenas puedes ver a nadie de fuera. Casi todo el turismo es nacional, italianos. Y no es que se hayan citado bajo su bandera tricolor como tifosi para ver jugar a la Roma. Tiene su explicación.

A comienzos de verano, el gobierno italiano impulsó un paquete de ayudas que alcanzó los 55.000 millones de euros, el mayor de su historia. De ellos, 4.000 se han destinado a incentivos al turismo para mitigar el impacto de la crisis del coronavirus. La medida estrella ha sido un bono de 500 euros para las familias con ingresos inferiores a los 40.000 euros anuales para gastar hasta final de año en hoteles y albergues del país trasalpino. La idea es sencilla, ayudar a cubrir gastos para los viajes vacacionales que los habitantes del país hagan dentro del propio territorio. De esta manera se minimizan los daños del sector y se estimula la economía nacional. Y la solución es fácil, aumentar el consumo.

En España, una vez más, vamos tarde. Un país en el que cuatro indocumentados se han empeñado en convertirlo en un país de pandereta. Nuestro gobierno debe dejarse de avales y préstamos y pasar a ayudas directas para aliviar pérdidas, como entre ellas la reducción del IVA. Necesitamos consumir más para que nuestra economía crezca. Si el consumo aumenta, el tejido productivo vende más, contrata más empleados y paga más salarios. Hay que parar la hemorragia que está sufriendo el motor de nuestra economía. Debemos dejar a un lado el individualismo, reflexionar y encabezar el sentido común. Apostemos por lo que nos une y dejemos lo que nos separa. Hechos, no palabras.

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