Mirada alrededor

Juan José Ruiz Molinero

jjruizmolinero@gmail.com

Memoria del Holocausto

Recordar, a los 75 años, los horrores nazis de Auschwitz es un sano ejercicio cívico y humano europeo

Jefes de Estado, entre ellos los Reyes de España, de gobierno, políticos y, sobre todo, supervivientes de los horrores que tuvieron como escenario el campo de exterminio nazi de Auschwitz, liberado por las tropas soviéticas el 27 de enero de 1945, han recordado "el mayor crimen de la historia" con la idea de que aquella barbarie no vuelva a repetirse, consuelo que le queda a la Humanidad cuando se recuerdan estas monstruosidades. Porque en aquel campo de exterminio, junto con tantos otros levantados por los nazis, cuyos nombres están grabados en lo más negro de la historia de Europa, perecieron seis millones de judíos -niños, mujeres, hombres, jóvenes o ancianos-, y personas de diversas religiones o tendencias, entre ellos republicanos españoles, bien en los hornos crematorios a donde fueron conducidas familias enteras, tras su traslado por los trenes de la muerte, fusilados o dejándolos morir de hambre y enfermedad en aquellos lugares que horrorizaron a las curtidas tropas aliadas acostumbradas a los horrores de la guerra.

Aquel "mayor crimen de la historia" no se produjo en un país salvaje o incivilizado, sino en el seno de la Europa culta, en el país de Beethoven, Goethe, Schilller, en el que seres absolutamente vulgares se convirtieron en ridículos pero sanguinarios dioses que arrastraron a millones de conciudadanos en el odio contra otras razas, etnias o creencias, hasta justificar las mayores atrocidades. Un fanático como Adolf Hitler pudo convencer a millones de ciudadanos en su doctrina de que él, y sus seguidores, eran dioses superiores por su raza e ideas. La gran Alemania hundía sus raíces en una mítica germánica a la que puso música Wagner, del que Hitler era devoto, utilizando fraudulentamente esa música inmortal para sus ideas y envolverla en una orla que la arquitectura nazi intentó imitar con tal mal gusto.

Pero Wagner no pensaba en hornos crematorios ni en Holocaustos, ni siquiera en guerras, porque sus héroes mitológicos, no eran vulgares criminales contra la Humanidad, como Hitler y sus envenenados seguidores, incluyendo a las adoctrinadas juventudes que fueron al matadero creyendo que seguían a un dios ridículo que Charlot retrató genialmente en su película El gran dictador. La Europa del siglo XX ha alumbrado dictadores que se han basado en el odio y la discriminación por ideas, creencias o simplemente por odios personales. El nazismo, el fascismo, el comunismo y el nacionalismo han sido caldo de cultivo de absurdas divisiones que en España también hemos vivido, con nuestra cruel guerra civil y la represión aún no superada, como sí ha ocurrido en Alemania. Por eso hay que estar atentos, en Europa y aquí mismo, a ideas que fomenten el odio, la desigualdad y el enfrentamiento.

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