Padres y escuela

La educación pasa por definir roles y sentirse acompañados y apoyados. Padres y profesores. Todos

Hace escasos días me enfadaba con un extraordinario filósofo, pero mal gestor del lenguaje y realidades ajenas. Uno, que se siente razonablemente humillado en su condición de padre, puesto al que dedica la vida entera y más, y en ocasiones, nos sentimos inhabilitados para superar eternos desencuentros, incapaces de proponer un sistema educativo que ensamble a sus agentes en un marco que proporcione una anhelada cohabitación.

Los padres no somos profesionales en cuestiones educativas. No necesitábamos que ningún consejero lo recuerde. Pero no ser profesionales no anuda negar nuestro valor como agentes educativos. Es más, la elección educativa, base del sistema, es un derecho insoslayable. Y su protección corresponde precisamente a su titular. O sea, a los padres. Por muchos conocimientos, por mucha capacidad pedagógica, por mucho régimen disciplinario, por muchos idearios propuestos, de nada sirven si los padres no modelan a sus hijos en los valores del esfuerzo, en el cumplimiento de las obligaciones, en el respeto a la convivencia, en la solidaridad. ¿De verdad creen filósofos y consejeros que educar sólo pertenece al colegio?

Esa postergación del acuerdo educativo padres-escuela es lo que incide más en los valores arrojados en el informe Pisa. Somos incapaces de actuar de manera coordinada porque la administración a veces da la sensación que sólo nos requiere de palmeros. Pero hoy nada es igual. Los valores educativos cambiaron: los niños asimilan más a través de la playstation que en el discurso de la escuela o en las lecciones de casa. Por ello propusimos alianzas, unión frente a ese monstruo antieducativo que pervierte los valores educativos en edades tempranas.

También pasa por educar a los padres en el adecuado desempeño de su faceta colaborativa. Pero no de palmeros. Educación y pacto son caras de una única moneda: la del progreso educativo. Y ese progreso debe prescindir de secuestros ideológicos que no conducen a nada. Educar y pactar sin connotaciones políticas o absurdas demagogias. La mejoría del sistema no radica en la lucha de concertados o públicos, de la misma forma que nadie discute que la gestión de centros de mayores se gestione en exclusiva desde lo público o a través de conciertos con cooperativas laborales u otras entidades. A salvo, claro está, que lo que oscuramente se cuestione sea el hecho religioso poniendo a la educación como excusa. Es absurdo permanecer enredados en demagógicas entelequias. Salvo ministras, superamos ya aquellas barreras.

La educación pasa por definir roles y sentirse acompañados y apoyados. Padres y profesores. Todos. Pasa por ser el resultado de un consenso desde su génesis. En el proyecto de ley. Las mesas de educación no son para negociar convenios colectivos, que también. Son para definir, repasar y revisar la marcha del sistema educativo. Ojalá un día seamos capaces de asimilarlo. Ojalá.

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