Postdata
Rafael Padilla
Neopuritanismos
El tiempo de mirar atrás. Viendo cómo la vida, conforme se llena, se escapa. Una tarde más. Viendo cómo mis hijos y lo suyos no se separan de su cuarto, de sus libros, de su quietud, de su imaginación, de su natural falta de compostura cuando no encuentran un Norte para orientarse, cuando se encasquillan en su infantil y enésima distracción. Algunas veces nos sacan de quicio. Sobretodo si no comprendemos que, tardes como hoy, para ellos y nosotros, habrá muchas.
Así toda la tarde. Intentando discernir lo injusto de sus tardes y las nuestras. Intentando adivinar si la vida les otorgará en algún momento el derecho de recuperar su libertad. Sobretodo la de a solas equivocarse sin tener un padre como Hermano Mayor en permanente vigilancia y cuidado para que nada ni nadie le roce. Usted y yo jugamos con botas en charcos y barro, nos resfriamos, nos perdimos en las calles. Usted y yo jugamos a la lima, nos mangaron las canicas, coleccionamos estampas, nos inmunizamos con la porquería del suelo. Ellos en cambio, aún no tengo claro lo que harán…
No debe ser justa una vida que por futuro sólo ofrece tardes como la de hoy, una vida que solo va y viene en la imperfecta burbuja que les proporcionamos, una vida que se llena todos los días de nada. “Muy por encima de la parte superior de la chimenea, allí es donde me encontrarás. Algún día, pediré un deseo a una estrella. Despertarme en donde las nubes estén muy detrás de mí. Donde los problemas se derriten como los caramelos de limón; bien encima de las chimeneas, ahí es donde me encontrarás”. Ninguno supimos explicarles cómo acaba su cuento. Y si pueden reclamarnos un final feliz. Hasta ahora, nunca devolvieron su suerte con un mal gesto, una mala contestación. Imagino lo llevarán en sus adentros. Una sonrisa, y otra tarde, una más, a imaginar. Sólo eso. Nada más. A veces pienso que el truco debe estar en hacernos un poco niños y formar parte de su cuadrilla de juegos y emociones. Quizás, si esto sigue así, no nos quede otra.
La tarde termina triste y monótona. Como la letra de la canción. “En algún lugar por encima del arco iris, en lo alto, los sueños sobre los que soñaste, los sueños se hacen realidad. En algún lugar más allá del arco iris. Muy arriba. Y el sueño que te atreves a soñar, ¿por qué yo no podría soñar también?. Un día más, mientras tratamos de enseñar a nuestros hijos todo acerca de la vida, nuestros hijos, en cada renglón, en cada minuto de estudio, nos enseñan de qué trata la vida, la suya y la nuestra.
Los sueños sólo tienen un propietario: nuestros hijos. Decía Paulo Coelho que la posibilidad de hacer un sueño realidad, es lo que hace interesante a la vida. Y acaso donde ellos sueñan, donde nosotros por edad nos mostramos incapaces ya de imaginar, acaso viva allí su esperanza. Muy encima. Ya dijo alguien también que no criamos héroes, solo hijos. Y que si los tratamos como hijos, van a llegar a ser héroes, incluso si es solo ante sus propios ojos. Pues sigamos en la tarea. Como cada tarde. Allí, donde luce el arco iris…
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