En mi experiencia puedo decir dos cosas acerca del presupuesto público. Una, que la ley que lo recoge (y la discreta de acompañamiento que, como su nombre indica, acompaña) es la más importante de cada ejercicio; y, dos, que el presupuesto entero no es verdad, o, dicho de otro modo, menos correcto, pero más comprensible, que es mentira.

La hacienda pública, la contabilidad pública y la madre pública que parió a Panete deben haber generado miles de volúmenes académicos y prácticos sobre la cuestión que mal puede pretenderse que cupieran aquí. Justifico solo en grandes líneas por qué afirmo lo de arriba. Primero: es la ley más importante porque pone dinero a las políticas, es decir, acentúa los programas que el gobierno quiere impulsar. Segundo: es mentira, porque el dinero, tal como lo concebimos los mortales, no está físicamente en su integridad, es una expresión contable que se realiza sobre una previsión de ingreso que, cuando se escribe, no está, y, sobre una previsión de gasto, que tampoco. Será un buen instrumento, si sirve a su importancia verdadera, ser la ley más importante, poner dinero en las políticas, si se separa de la mentira inicial y su ajuste con lo que luego ocurra es correcto, cierto, sin forzar una realidad que podemos desear, pero que no sabemos si acontecerá.

A veces, una buena planificación sufre vaivenes porque lo que honestamente intentó ajustarse sufre impactos imprevisibles. La gran mentira presupuestaria estriba en saber desde el principio que lo que se escribe solo lo soporta el papel. Esto es, afinar un instrumento conociendo positivamente que la previsión que se hace es irreal, no por mor de lo imprevisible, sino porque, lisa y llanamente, se sabe que no se dará.

Si sospechan que esto es lo que ocurre, están en lo cierto. Una nota característica de la política politiquera que tanto nos lastra es hacer los presupuestos para que parezca que nutren políticas, aunque luego no haya abono económico con que trabajar ese campo. Solo titulares: presupuesto expansivo, presupuesto solidario, contención de gasto, inversión estratégica, o presupuesto para los ricos versus los pobres, para la clase trabajadora versus las élites. De nuevo, para la sufrida madre que parió a Panete.

Y se reduce todo a lo que acompaña. El presupuesto, como es importante, necesita votos. Y para los votos, se necesitan apoyos. Y para los apoyos, se necesitan acuerdos. Y para los acuerdos, ahí sí, cosas concretas. Porque, amiguitos, comprar el marco futuro con que nos van a vender la moto que no tendremos, exige que la moto en la que ahora van montados ande. Y por eso la venta de la opción de un presupuesto expansivo y solidario para la clase trabajadora, que se verá o no, cuesta, por ejemplo, la rebaja del delito de sedición, que se verá o sí. Y, capital, no explicarlo y, si te ven, negarlo. Es verdad, así todo: hasta las narices de que nos burlen y de que nos tomen por idiotas.

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