Presupuestos municipales

La obligación de entenderse sí es el auténtico mandato de los ciudadanos

Necesito sobrevivir a los tiempos que corren. Sé que el verano vuelve la sangre de horchata, sé que la Fase 3 hace que todo se difumine, que pierda el halo de trascendencia que el confinamiento transmitía. Esta semana percibía las noticias como ejemplo de las mayores barrabasadas; tan grandes, que cada vez que me dispuse a escribir, sentía que se trataba de un puzzle que continuamente impide fijar mi atención en cualquiera de ellas.

Diría, como Alicia en el País de las Maravillas, que todo se aprestaba para pasar tardes y tardes frente a un folio vacío, eso sí, bajo un terrible dolor al ver como todo se quiebra, se tuerce, se pudre, cómo decidieron colocar al pelotón de torpes y necios a decidir nuestro futuro. Y que el hombre blanco de Colón nos quería engañar otra vez vendiendo con inmaculada blancura una desoladora gestión atiborrada de parches y brochazos en negro. Los pactos de gobierno, los elegidos por el dedo, los chantajes nacionalistas, los revolcones que nuestro sistema de derecho se está llevando, ni los propios socialistas de verdad lo desean. No fue legítimo resultado de unas elecciones, ni lo decidieron los españoles.

Debería oler a elecciones. No las habrá, pero si nuestros líderes pensaran en clave de país y no de partido, deberíamos tener unas elecciones. Ha sido tal el cambio sin transición en estos meses, ha sido tal el desajuste, es tan intenso el nubarrón económico que se nos viene encima, que necesitamos recuperar credibilidad en la dirección y curso de nuestras instituciones públicas. Y ello sólo se produce con la decisión y apoyo de los españoles, sin necesidad de comprar apoyos que desvirtúan el propio concepto de justicia social.

No debe manejarnos la soberbia o la sinrazón. Mientras a muchos españoles nos preocupa nuestro país, nuestra sociedad, otros en se aprestan a procurar la victoria de sus partidos o al triunfo personal de sus líderes. Necesitamos recuperar la cultura del respeto, de la solidaridad, de la generosidad que hace años recibimos y heredamos. A algo de eso debió referirse ayer el expresidente González cuando hablaba que definitivamente perdimos el norte, que el Gobierno en ocasiones se asemejaba más al camarote de los hermanos Marx.

Finalmente desistí de referirme a nada. Eran tantos los entuertos, que entregué la cuchara. Y miran ustedes por donde, en un giro absoluto, comprendí que sería más fácil destacar lo bueno, lo trascendente, lo que con alegría podemos predicar con orgullo en nuestras familias. Y miren que lo teníamos cerca, muy cerca, en nuestro propio Ayuntamiento. Déjenme que los felicite, que no nombre a nadie en particular (los felicité personalmente), y sí a sus partidos: Partido Popular, Partido socialista y Ciudadanos. Aprobaron el más decisivo documento del futuro anual de cualquier ciudad: el presupuesto. Después de cinco años vuelven a construir ciudad. Demuestran que, por encima de personalismos y partidos, está su ciudad: Granada.

Hace pocos días volvimos a recuperar credibilidad como ciudad. Hemos sido ejemplo en el Parlamento de España de lo que debe ser regir entre todos una ciudad. Esta, la obligación de entenderse, sí es el auténtico mandato de los ciudadanos. Magnífico ejemplo. Enhorabuena.

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