Quejicas ante la tele

Hemos pasado de una sociedad totalmente complaciente y resignada a una sociedad de quejicas

Recuerdo que un año de finales de los setenta fui con un par de compañeros del diario Jaén a hacer un reportaje sobre una intensa nevada caída en la Sierra de Segura. Ellos eran unos avezados reporteros (uno de ellos era el fotógrafo) y yo iba de meritorio. El nevazo que había caído sobre Santiago de la Espada había sido impresionante y había dejado el pueblo aislado durante casi una semana. Cuando llegamos aún había muchos vestigios de la nevada. Nos contaban los vecinos las veredas que habían tenido que diseñar para pasar de un sitio a otro y lo que habían tenido que sufrir para salvar el ganado. No habían tenido ayuda del exterior y se las habían apañado para dejar transitables las calles y preparar los potajes con nabos que les habían servido de alimento. Habían estado seis o siete días sin luz y utilizado como agua la nieve derretida en los calderos. Los vecinos te lo contaban todo sin ningún tono dramático y mucho menos catastrófico. Como diciendo, esto es lo que hay y ya estamos acostumbrados porque por estos contornos nieva mucho.

A los dos o tres meses vi las imágenes en un No-doy el correspondiente locutor del Régimen incluso se permitía el lujo de decir que la nieve había dejado en algunas aldeas de la Sierra un panorama invernal de aspecto romántico parecido al de los países nórdicos.

Ahora ves en el telediario los resultados de una intensa nevada y todo parece una catástrofe. Las cámaras de televisión escudriñan el ambiente en busca de una tragedia y enfocan a un camionero que se queja amargamente de que lleva cuatro horas atrapado en la nieve. O a un conductor que dice que se debería movilizar al Ejército para sacarle a su coche del sitio en el que se ha quedado inmovilizado. O al que se ha resbalado en el hielo y pide al Ayuntamiento correspondiente responsabilidades por haberse fracturado la muñeca. O a un político declarando que la culpa la tienen los otros políticos que no han sabido gestionar bien los efectos de la nevada.

Hemos pasado de una sociedad totalmente complaciente y resignada a una sociedad de quejicas. Ni la nieve es romántica cuando provoca graves problemas ni nos puede servir para lamentarnos amargamente de los resultados de una inclemencia meteorológica. Y que los telediarios dediquen ingentes espacios a la nieve que ha caído sobre Madrid me parece una catetada. Cualquier persona de edad de Santiago de la Espada o de los Montes de León se habrá hinchado de reír viendo los apuros de los capitalinos.

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