La chauna

José Torrente

torrente.j@gmail.com

Regeneración

Lo que complacería a más gente: que las personas que intentan regenerar no persigan un simple cambio de cromos o sillas

Cuando desde los partidos políticos hablan del término que da título a este artículo, hay quien cree que se debe hacer con la firme convicción y simpleza de quitar a los veteranos de la primera línea y proponer a los jóvenes para sustituirlos. Así, sin más hallazgo ideológico que un cambio de caras y la frescura que traigan las nuevas incorporaciones. Las ideas son lo de menos.

Los habrá también que aspiren a la conjugación singular del verbo en primera persona -yo me regenero- para apartarse del meollo de manera tácita antes de que nadie venga a proponérselo de manera explícita. No faltarán aquellos que prefieran la tercera persona del plural para, de una vez, fagocitar tamaña osadía regeneradora. "Que regeneren otros", dirán.

Según el DRAE regenerar en su primera acepción es "dar nuevo ser a algo que degeneró, restablecerlo o mejorarlo". En la segunda: "Hacer que alguien abandone una conducta o unos hábitos reprobables para llevar una vida moral y físicamente ordenada".

No creo que la definición académica se ajuste a lo que intentan algunos hacer cuando hablan abiertamente del término en parámetros políticos. No se ve la regeneración política como un término aplicable en estricto significado lingüístico, sino que se abusa del vocablo con esa opípara retórica que conviene al aspirante, más que una crítica moldeable y amoldada de quienes prefieren estar en la tribuna antes que ceder el paso.

Los más hablan de regeneración pero quieren decir renovación que es su indubitada intención. Desean traducirla con la guillotina fina de la expulsión de la experiencia. No deja de ser una mera cuestión laboral tras acalorados debates mediante.

Suficiente lío trae como para entrar en una simple disquisición lingüística, en un mero intercambio léxico, sin hacerlo en la renovación de las formas, en la regeneración de las ideas, conductas y hábitos reprobables. Es lo que armaría mejor el discurso, pondría de acuerdo y complacería a más gente: que las personas que intentan regenerar, aún en su pleno derecho de hacerlo, no persigan un simple cambio de cromos o sillas. Será preferible estar en donde sea constante la búsqueda de la mejora, el restablecimiento de lo desvariado por las actitudes impropias, o donde se restablezcan los principios que obliguen a elevar la consideración moral de la vida en política. Tengan los hacedores la edad que tengan, lleven el tiempo político que lleven. Sin renunciar a la experiencia, aprendamos de sus consecuencias.

El problema no es los años que se lleven ejerciendo la política, sino que la actitud de los políticos siga sin comprender ni aceptar cómo ha cambiado todo esto. Es la regeneración pendiente. Y usted que lo lea.

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