Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

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Tres Reyes y una drag queen

Los Reyes Magos son indestructibles porque están hechos de la misma sustancia que los sueños

Las buenas historias perviven durante milenios. Y más, si son capaces de adaptarse a cada época, conservando lo esencial y admitiendo ligeros retoques. A nadie extrañaría que la estrella que guía a los Reyes Magos hasta el Nacimiento, en lugar de con polvo de estrellas, iluminara su cola con lámparas de led. Son más baratas y señalizarían igual el camino que lleva a Belén. En la Edad Media, los Reyes Magos no tuvieron inconveniente en compartir cama. Sin IKEA, las camas escaseaban, y las familias pobres solían dormir todos en el mismo jergón.

En los conventos, los monjes compartían lecho, castos; blindados por su voto de castidad. Los manuscritos de la época contienen preciosas miniaturas en las que vemos a los Tres Magos, desnudos, durmiendo juntos. En el Libro de Horas de Taymouth (siglo XIV), uno de los Reyes, que no sabe dónde meter los brazos, por lo estrecho del colchón, termina rodeando con ellos, fraternalmente, al que duerme a su lado. La iconografía medieval se inspira en el relato de Mateo, 2, 2-12, en el que un ángel insta a los Magos a salir pitando sin descubrir a Herodes, el infanticida, dónde ha nacido el Mesías. Este último versículo fue representado por los artistas del Medievo en multitud formatos y soportes.

Una escena menor que no aparecía en retablos mayores, pero que, en cambio, sí lo hacía en capiteles, frisos, salterios y vidrieras. La licencia del autor escocés del Libro de Horas, mostrándonos a unos Reyes ambiguamente apretujados, en pleno sueño reparador, después de una larga jornada en pos de la estrella, vino a reforzar la leyenda no a eliminarla. Y es que hay quien acaricia el sueño de que lleguen de improviso unos desconocidos con regalos maravillosamente inútiles para el caso, en lugar de con una caja de bastoncillos para desatascar la nariz del bebé o con toallitas impregnadas de aloe vera.

El que, en Vallecas, una carroza transporte, cerca de los Magos, a una drag queen, no acabará con los sueños de los niños vallecanos. Ni el mismo Amazón, que ahora hace de pajecillo de Sus Majestades, repartiendo juguetes, desengañará a los niños. Porque los niños inauguran el mundo y lo pintan con los mismos colores de sus sueños. Ajenos a la zafia obviedad de los mayores.

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