Valeria y el Río Bravo

Considero inmoral a cuantos vieron su narcisista solución política en los pantalones rojos de Valeria

Aún sigo allí. Es difícil que mis ojos borren la instantánea. En la niña de 23 meses, en la pequeña con su padre sin vida a orillas del Río Bravo. Es curioso. No creo mejor nombre para definir la fortaleza de quien definitivamente hizo perder la batalla al padre que hasta el último momento le acompañó. Finalmente perdió.

Me llama la atención cómo, a pesar de la lucha, Valeria jamás perdió sus zapatos. Nunca los perdió. Ni su pantalón, decididamente rojo. Su padre en cambio sí. Los perdió. Y durmieron boca abajo. Sentí que en cualquier momento parecería que ambos se darán la vuelta. Pero el teletipo y la presentadora del telediario lo desmienten. La fotografía nunca cambiará su encuadre. Nunca. Para perpetua reflexión de quien escribe y muchos otros.

También imagino el último pensamiento de Óscar, su padre. No hay nada más digno que ejercer de padre. Y Óscar murió ejerciendo de padre. Y nada empaña que al final, las cosas no sucedieran como imaginó, que el río Bravo le derrotara. Sólo quería lo que cualquier padre estaría dispuesto a hacer: lo mejor para Valeria. Un poco de pan. Y también de futuro.

Los odio. Odio a quienes de esto no dudarán en hacer su discurso político, su rédito electoral, su campaña anti Trump, anti Rajoy, anti Sánchez, anti Europa, qué sé yo. Un puñado de votos con las muchas Valerias de muchos otros ríos. Decía hace pocos días Lorenzo Silva que la frontera es el Río Grande, el estrecho de Gibraltar, el canal de Sicilia, las vallas de Ceuta y Melilla. Que la frontera es también cualquiera de esos trozos dejados de la mano de Dios de nuestra propia ciudad donde malviven los desheredados que lograron cruzar los ríos, los estrechos o las alambradas. Que la frontera son también esos autobuses o trenes de muy primera hora de la mañana, donde viajan somnolientos los que asumen las labores penosas y mal pagadas que aquí nadie quiere. Que la frontera lleva camino de ser todo, incluso cuando uno se cree a salvo o alejado de ella.

No sé si para Vdes.. Para mí, el mundo está mal hecho. Siempre en la tesitura de elegir, de escoger entre opciones difíciles y en muchos casos, contradictorias. Ninguna decisión te hará bien. Y aún menos el resultado. Ninguna dejará la conciencia tranquila. Es como ser uno mismo su propio rey Salomón, sólo que procurando justicia donde nunca podrá haberla. Quizá por ello considero inmoral a cuantos vieron su narcisista solución política en los pantalones rojos de Valeria.

Yo me quedo allí. En la foto. En el río Bravo. En la fuerza que los arrastró sin separarse hasta el último momento. Valeria y Óscar. La primera, veintidós meses, descansa en la espalda de su padre. Óscar nunca perdió su dignidad.

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