Seré incorrecto hoy. Bofetón. "Saca el nombre de mi mujer de tu puta boca". Y luego ganó la estatuilla. Quiero pensar que yo habría actuado distinto, pero no lo sé.

Es evidente que Will Smith perdió cualquier razón que le asistiera al pegar la bofetada aquella. La misma noche del bofetón, reconoció torpemente su culpa y se disculpó inicialmente, dos días después lo hizo mejor -abatido- en un comunicado y hace un par se retiró de la Academia. El uso de la violencia en cualquiera de sus formas es injustificable. La cagada de Will Smith es tremenda. Hasta ahí, supongo que casi todos, es posible que incluso muchas todas, estemos de acuerdo.

Lo que debo reconocer que me resulta cargante es la traducción inmediata de un suceso desagradable y nada edificante en una pretendida lección de la maldad del heteropatriarcado, de la ejemplificación del dominio sobre la mujer (en concreto, supongo, de una mujer concreta) y de la reacción machista de propiedad, y no sé qué cosas más, que Will Smith y todos los hombres del mundo, incluso los blancos (que esa es otra), tenemos que mirarnos rápido en un terapeuta para que la igualdad se restituya. Un poquito de por favor.

A pesar de lo que tantas correctas y correctos coristas puedan desafinar con desdén sobre esta declaración siguiente, la haré: yo no soy machista, estoy plenamente convencido de la necesidad del feminismo como garantía de igualdad, pero, al mismo tiempo, huyo despavorido de que me otorguen ese carné quienes, sin encomienda de nadie, lo distribuyen alegremente, pretendiendo imponer un pensamiento único. Cualquier detalle hoy, tan básico como el, muy básico, instinto de protección a los tuyos (aun equivocadamente) puede ser considerado una manifestación machista, esto que hoy se llama también (iníciense, que van tarde) heteropatriarcal.

Si Jada Pinkett, la agredida por la broma torpe y de mal gusto, se hubiera llamado Antonio, con idéntica relación de pareja, y la reacción hubiese sido la misma, ¿de qué hablaríamos? Y si el agredido por ese guion tonto hubiese sido Smith y la mujer hubiera zumbado el cachetón, ¿qué? Se dan las circunstancias perfectas para convertir la infinita metedura de pata de Will Smith, sublime en sí misma, sin más adorno, en una nueva enseñanza: lo chulo que es despachar una bofetada estúpida con un análisis sesudo sobre el machismo, latente o patente, y la posición de dominio. Parece que importase más que Will creyera defender a su mujer, así dicho, ya me disculparán, que la bofetada en sí misma.

Ser feminista es algo más que una declaración grandilocuente en un medio a propósito de una torpeza rotunda, cuyo fundamento no estriba en tener condición masculina, sino en la reacción desmedida y equivocada de compañero (o compañera) de quien creemos ofendido. No todo vale: ni el bofetón, ni el insoportable encasillamiento heteropatriarcal por cojones, con perdón.

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