Rosa de los vientos

Pilar Bensusan

bensusan@ugr.es

+40 aculturados

Hay que actuar contra esa definitiva aculturación y recuperar nuestra historia, tradiciones e idiosincrasia

Ya he referido el adoctrinamiento educativo padecido por los escolares andaluces, a los que durante más de 40 años se les lleva aleccionando sobre una estructura falsaria construida por el andalucismo institucional. En Granada y los territorios históricos de nuestro Reino hasta la antidemocrática constitución de la fallida autonomía andaluza, igualmente se adoctrina en los falsos mantras del andalucismo, tales como que Blas Infante es el padre de la patria andaluza, que nuestra bandera es verdiblanca, que nuestro himno es el inventado por Infante, o que Andalucía es una nación histórica. O sea, distorsionando la Historia de Granada, España y Andalucía.

Pero hoy quiero centrarme en los paralelos procesos de aculturación que completan ese adoctrinamiento: determinados grupos imponen a otros sus elementos ideológico-culturales como complemento indispensable a su asentamiento político, territorial y educativo. Este modus operandi, propio de imperios y dominadores desde tiempo inmemorial, también hoy lo practican quienes imponen su falso relato histórico, político y cultural para acallar a quienes disienten. Véanse los independentistas catalanes, que llevan aculturando Cataluña durante +40 años como imprescindible complemento al adoctrinamiento feroz en las aulas sobre su falaz ‘hecho diferencial’ con España.

Otra faceta del sibilino proceso aculturador, iniciado en las escuelas y perfeccionado por los mass media del régimen de turno, es su aceptación inconsciente por la población, que asimila poco a poco tales falsos mensajes como verdades absolutas.

En el caso de Granada, la aculturación popular –que no es absoluta, porque conservamos muchas tradiciones– ha derivado en un preocupante desconocimiento de la realidad histórica de nuestra tierra, distinta de Andalucía, y en el abandono del propio patrimonio cultural y etnográfico para adoptar e integrar patrones culturales procedentes del andalucismo-sevillanismo como referentes propios.

El mismo folklore granadino, prácticamente desaparecido en pro de las sevillanas y su traje de flamenca, hermosos ambos, y que pueden coexistir siempre que no se impongan anulando nuestras propias referencias populares-etnográficas que sólo los muy mayores recuerdan –reja, cachucha, fandangos…–. En las fiestas populares abundan grupos rocieros en vez de agrupaciones granadinas que eviten la pérdida definitiva de nuestro acervo popular. Para las generaciones educadas ya en la autonomía andaluza –como la mía–, estos referentes culturales ni existen. Menos mal que desde hace unos años surgen iniciativas para recuperar nuestra idiosincrasia, como la del traje típico granadino.

Nuestras instituciones aceptan inconscientemente esa aculturación andaluza, que se impone a nuestro rico patrimonio etnográfico, anulándolo, y poco hacen por recuperar tradiciones granadinas. Hay que actuar contra esa definitiva aculturación y recuperar nuestra historia, tradiciones e idiosincrasia. Si no, acabaremos culturalmente anulados.

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