La columna

Juan Cañavate

jncvt2008@gmail.com

Tres por ciento

La indecencia antidemocrática empieza a ser reiterativa en un partido con el mismo programa que la selección de fútbol

La propuesta de Albert Rivera de limitar el acceso al Congreso de Diputados a aquellos partidos que no obtengan al menos el 3% de los votos en todo el territorio nacional es una indecencia antidemocrática que empieza a ser una actitud reiterativa en un partido que tiene, más o menos, el mismo programa político que la selección española de fútbol.

En los últimos tiempos Rivera ha elaborado un discurso en el que lo único que se distingue, y no con demasiada claridad, es la palabra España. Una palabra que en sus labios tiene un pobre contenido semántico y demasiada confusión ideológica y que olvida que una de las características fundamentales de nuestra patria es su histórica diversidad; un adjetivo que la hace rica, hermosa, creativa, viva… y que él parece no querer entender.

La reforma electoral que plantea Rivera, lejos de reforzar la democracia aumentando la representatividad del voto y de quienes lo ejercen, la fulmina, despreciando a millones de ciudadanos que, desde la diversidad o desde la periferia, exigen y deben estar representados en el parlamento de la nación.

La idea de España que Rivera reivindica desde hace tiempo y que tanto le favorece en las encuestas, no sólo es el símbolo de la demagogia con la que irresponsablemente juega, además es símbolo del peligro del equilibrio que en los últimos cuarenta años ha mantenido cohesionado a nuestro país y ha permitido la convivencia pacífica de todos los españoles, incluidos los que gracias a él y a otros como él, no se sienten como tales o se sienten afrentados por esa España excluyente que representa Rivera. Tan inconsciente y provocador es el discurso de Rivera como el del radicalismo independentista; tan peligroso uno como otro, tan hueras sus banderas.

De sus otras ideas ni merece la pena hablar porque parece que las ha ido olvidando en su camino por las encuestas.

El nivel de su compromiso contra la corrupción, por ejemplo, se ha hecho más que evidente en la moción de censura contra el anterior presidente de gobierno, demostrando su puro oportunismo táctico, de lo demás, nada. En fin, tras tan sonoro olvido, sólo le queda la cáscara vacía de la palabra España y de una bandera que, en sus manos, nadie sabe lo que realmente significa o lo que esconde, aunque se puede sospechar que nada bueno.

No señor Rivera, no. Este país hay veces que nos duele y otras veces, más, sus gobernantes nos llenan de vergüenza, pero es de todos, incluidos los que no llegan al 3%.

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