Los nuevos tiempos

César De Requesens

crequesens@gmail.com

La cultura y el capital

El camino se recorre andando e invirtiendo. Mientras tanto, seguiremos atentos a estas señales de humo

Pretender la capitalidad cultural sin inversiones ni realizaciones es vender quimeras que entretengan a la tropa. Y eso es lo que hacen los sucesivos que se cogen el bastón de regidor: repartir 'cortura' como quien tira caramelos en la cabalgata.

Si nos hablaran del tema mientras inauguran un teatro municipal nuevo; si la ciudad ardiera en conciertos, pasacalles y músicos callejeros; si las instituciones culturales tuvieran facilidades a porrillo; si, en fin, trabajar en temas culturales fuera un oficio con futuro y no casi un estigma o una condena socio-económica a la granaína, entonces, tal vez entonces, nos tomaríamos una pizquita en serio todo este vocerío capitalino.

Existen casos de éxito en otras. Piénsese en Mérida con su teatro romano que la pone en el mapa año tras año; en La Habana y el resto de Cuba, meca cultural insólita que, sin tener un duro pero sí un enorme talento para el son, el ballet, el repentismo y los mojitos.

Pero Granada, epicentro del flamenco más puro; con cinco poetas premios nacionales cinco en activo pero sin editoriales de fuste; con pintores a porrillo pero sin galerías comerciales que vendan su arte; con, entre otras muchos focos de interés cultural como un sinnúmero de cantautores o grupos de renombre nacional que aquí habitan (091, Lagartija Nick, Los Planetas) pero sin discográficas que les enlaten las canciones para su fácil y pronta venta... con todo esto y muchísimo más, resulta que ve cómo para triunfar o al menos sobrevivir trabajando en lo suyo tienen que marcharse bien lejos y allí si, brillar con luz propia.

Esta capitalidad de la cultura que nos venden, salvo en honrosas excepciones, se queda en humo sin nutrir de fondos y personal los cimientos de este sueño colectivo. Pero, ¿a quién le importa? Al politiqueo sólo por Fitur y ante los periodistas, mientras saben a ciencia cierta que venden humo, porque el brillo cultural sólo se logra con museos de vanguardia que sean un atractivo en si mismo, rebajas de impuestos y ventajas para las empresas que se mojen o con salas de conciertos donde ser invitado a actuar sea todo un orgullo y una verdadera fortuna.

El camino se recorre andando y, sobre todo, invirtiendo. Mientras tanto, seguiremos atentos a estas señales de humo.

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