La dignidad del político

Mientras dedican tiempo y sueldo a políticas de baja alcurnia, el problema sigue en las colas del paro

Cuando el mundo parece tambalearse no queda más remedio que mirar adelante y tratar de reconstruir lo que ayer escapaba entre rendijas y vacíos. A veces, uno termina harto de la guerra del día a día, de soflamas y panfletos, de discursos que enredan una sociedad desencantada por lo que al presente supone como destrucción de recientes y adecentadas historias. Afean políticos, políticas y politiques, insultos groseros a la razón, pesadillas interminables de historias que enredan una humanidad de por sí bastante enredada. Como diría mi padre, gabinas de cochero…

Jugar con la imagen tiene estas desavenencias con la fecha que tocó remontar. Abro un periódico relleno de operaciones de dos más dos, de leyes con que cargarse un patrimonio nacional a través de una desafinada y contradictoria ley de desmemoria histórica. O un caso Kitchen, o la última peli del inspector Villarejo, o indultos para quienes afirman que volverán a delinquir, o gobiernos que a escondidas otorgan cobijo sanitario a investigados por su propia justicia. Cualquier cosa que termine afirmando con rotundidad que el Norte, el de nuestras vidas y el de este país, hace tiempo lo perdimos y no supimos reencontrarlo.

Mientras tanto la realidad, la que no aparece en fotografías ni teletipos, la que a sabiendas oculta una clase política que hace tiempo perdió la vergüenza, ya no preocupa. Nunca la podremos descubrir. La guerra por el control de los medios es la mayor y más encarnizada batalla en lo que va de siglo. Entretanto, mientras dedican tiempo y sueldo a políticas de baja alcurnia, el problema sigue en las colas del paro, en la falta de vacunas para África, en un mundo que lenta y cotidianamente se muere y pierde la esperanza de recuperar aquel norte.

Aunque ésta sea la certeza con que amanecen los días, sigo dibujando y defendiendo una política digna. La política es digna. Trabajar por nuestra sociedad es digno. Pensar en clave de bienestar, mejora e igualdad, es lo más digno que la condición humana puede ofrecer. Lo que no es digno es pasar de lado por lo que debe importarnos, ocupar el cargo para trabajar en cortinas de humo, en el silente ejercicio de una advocación pervertida por su continuado mal uso. Me afea la conciencia cuando por estrategias electorales, hay políticos y partidos que derriban leyes que posibilitaban el desarrollo económico, la cohesión social, la captación de riqueza. Y mientras, la Andalucía del siglo XXI sigue retorciéndose en sus adentros, como siempre encontró lugar y momento su permanente su historia de pobreza.

Decía Georg C. Lichtenberg que "cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto". En esas nos vemos ahora. Esta sociedad no tiene visos de recuperar la razón. Ni la cordura. Mientras no propongamos una nueva tarima para el encuentro, para recuperar el Norte, el de verdad, siempre andaremos en la inseguridad de si merece o no la pena levantarse y aportar tu granito de arena. Ejemplos no faltan para quedarse, un día sí y otro también, en la cama. "Todas las madres quieren que sus hijos crezcan y se hagan presidentes, pero no quieren que mientras tanto se conviertan en políticos". Esta frase la dijo John F. Kennedy en 1963. Yo aún no había nacido. Pero para mí que fue ayer.

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