“¡Por favor, ayúdenme!”

En Granada, el pasado año se quitaron de en medio 120 personas, o sea, a una media de un suicidio cada tres días

Los asistentes a aquel acto oímos la frase que lleva el título de esta columna y se nos heló el alma. Después de la mesa redonda organizada con motivo del Día Mundial para la Prevención del Suicidio, después de la intervención de un psiquiatra, un médico, y dos psicólogas, una mujer cogió el micrófono y dijo unas palabras que sobrecogieron al auditorio: “Me llamo M… y últimamente he intentado quitarme la vida dos veces. ¡Por favor, ayúdenme!”. Lo suyo era un lamento arropado por la tristeza y la supuesta tragedia de una vida. La voz, interferida por las secuelas de una probable medicación, pertenecía a una mujer de mediana edad que parecía caer despierta en su propio vacío. Nada más dar por finalizada la mesa redonda, una psicóloga participante en la jornada fue a hablar con ella. Precisamente aquel acto, celebrado en el Colegio de Médicos de Granada, estaba organizado para promover la conciencia sobre los factores de riesgo y las señales de advertencia del suicidio. Y aquella mujer lo estaba advirtiendo.

Hubo un tiempo en que los periodistas no dábamos noticias sobre suicidios porque decían los expertos que tenían un efecto dominó. Un día, a un tipo que se tiró desde un edificio de los Alminares le encontraron un recorte de periódico en el que se daba la noticia de otra persona que se había tirado desde el mismo bloque una semana antes. Ahora los expertos dicen que hay que visibilizar el problema, que hay que hablar de él abiertamente. En Granada, dijeron, el pasado año se quitaron de en medio 120 personas, o sea, a una media de un suicidio cada tres días. También dijeron que se suicidan más mujeres que hombres y que cada día hay más jóvenes que toman esa dramática decisión. Cuando nos enteramos de que una persona se ha suicidado, reaccionamos con pánico, horror, incomprensión: ¿cómo puede alguien quitarse algo tan preciado como la vida?, nos preguntamos. Es extraño que el padecimiento psíquico nos resulte incomprensible. Ahora, se dijo, en Granada se van a intensificar los programas para detectar conductas suicidas. Luego contaron sus experiencias personas que habían perdido seres queridos porque se habían suicidado. Convivir con personas con problemas de salud mental es como entrar en un bosque cerrado sin saber cómo puedes salir de él. Al terminar del acto me fui con la intención de comerme la vida. Por lo pronto lo que me comí fue una tapa de callos con un par de cañas en el primer bar que vi abierto.

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