Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

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La mordedura del lechón

Sánchez, escarmentado, le pasa la patata caliente del estado de alarma a las comunidades autónomas.

Qué bonitas son las etimologías populares y, algunas, qué antiguas! Hay palabras castellanas que resultan misteriosas para muchos hablantes. Ahora es fácil consultar en un diccionario el significado de hermafrodita, laberinto, o tropezar, pero hubo un tiempo en el que la biblioteca más cercana estaba en Alejandría, y no en muy buen estado, después de que la quemara César. Cuando el veterinario del pueblo examinaba a un animal que reunía características sexuales de macho y de hembra, mascullaba: "un hermafrodita". Ajenos los lugareños a la mitología clásica, aunque ellos dispusieran de mitos y leyendas semejantes, desconocían que Hermes era un dios y Afrodita una diosa del santoral griego y que lo que quería decir el experto es que el animal tenía, a la vez, órganos de macho y de hembra. Luego, el genio de los pueblos, en este caso del español, decidió que el término, modificado, se podía aplicar metafóricamente a los homosexuales y lo transformó en manflorito, suponiendo que las flores gustan por igual a mujeres y a gais. Había nacido una etimología popular. Si el cura en el sermón hablaba de que el vicio era un laberinto del que costaba trabajo salir, el pueblo inventaba laborinto, palabra que conjuga lo sinuoso con lo laborioso. Que el chapista que me pinta la moto duda de que abran los colegios en setiembre, pues, por teléfono, mientras me da las llaves, le dice angustiado a su mujer que es posible que los chicos tengan que quedarse en casa porque "hemos trompezao con el virus". Trompezar es, aquí, la suma de tropezar más darse un trompazo con el rocoso e insoslayable muro de la enfermedad. De lo más hondo del castellano, nos viene también una conseja bonita y antigua, como algunas etimologías populares: "No me morderá el lechón, por cierto". Salvador, mi frutero, me la explica: "Había quien le metía la mano en la boca a los cochinillos, creyendo que, tan jóvenes, no dispondrían de dientes, para comprobar que sí que los tienen y bien afilados. Mordidos, juraban no volver a hacerlo". Lo mismo que le pasa a Sánchez que ha dejado lo del estado de alarma en manos de las autonomías, para evitar que lo acusen de querer acabar con ellas; astutamente, les acaba de pasar la patata caliente. "No me morderá el lechón por cierto", habrá pensado: "ahora el trompezón os lo vais a dar vosotros, ¡listos!" .

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