Las mujeres y el fútbol, dos

El esfuerzo que hace una mujer para practicar este deporte es infinitamente mayor al que hace un hombre

A los periodistas, ya lo descubrió Camba, nos pasa como a los calamares, que a menos que nos molesten echamos un chorro de tinta. Un día escribí un artículo que se llamaba Las mujeres y el fútbol. ¡Dios la que se armó! Defendía en el artículo que ese deporte era más de hombres que de mujeres y me cayó la del pulpo. Me trataron de misógino, machista y no sé cuántas cosas más. El artículo lo escribí porque el Granada CF había rebajado las entradas a las mujeres para atraerlas al campo. Dije que ese era un gesto inútil porque ellas, en general, no viven o sufren el fútbol, al menos como lo vivimos o sufrimos nosotros. Y que había hombres que todas sus desgracias y alegrías las condicionan a si ha ganado o perdido su equipo favorito. Comentaba que la mujer aún no había llegado a ese estado de imbecilidad y que tratar de atraerla a ese deporte que ninguna ha practicado cuando era niña, no dejaba de ser una tarea vana. También decía que en general la mujer odia el fútbol porque se siente desplazada por él. Contaba la anécdota de aquella mujer que a veces acompañaba a su marido al fútbol por si éste, en una de sus manifestaciones de alegría por haber marcado su equipo un gol, iba y la abrazaba.

En fin, que muchas mujeres se sintieron ofendidas y, ya digo, me cayó la del pulpo. Una lectora llamada María José me animó a escribir un día sobre el equipo de fútbol femenino que tenemos aquí en la capital y que está en Primera División. Entonces ella me habló de lo que tenían que hacer las chicas para practicar su deporte favorito. Por lo pronto, me dijo, ninguna cobra ni un euro. Cuando tienen que hacer desplazamientos largos, los hacen en autobús. A veces viajan doce o catorce horas y nada más bajarse del autocar se tienen que poner a jugar. Y cuando terminan enseguida emprenden el viaje de regreso porque al día siguiente tienen que estar en clase o en su puesto de trabajo. El esfuerzo que hace una mujer al practicar este deporte es infinitivamente mayor que el que hace un hombre, concluyó María José.

He recordado todo esto el otro día cuando vi en primera página de este periódico a varias futbolistas abrazándose porque habían conseguido pasar a la siguiente ronda en la Copa de la Reina. Rememoré entonces lo que me había contado María José sobre ellas y les ofrecí mi aplauso más sincero. Ánimo. ¡Qué aprendan los huevones!

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