Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

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Los 'pines' de Buda

Lo de los pines parentales tiene un lado bueno: lo prohibido y lo negado seduce más que lo permitido

En tiempos de Buda -500 años a. de C.-, no existían pines parentales, pero sí murallas infranqueables, levantadas por su padre, el rey Sudodhama, para que el chico no escapara de palacio. La salida estaba atrancada por con una pesada puerta que sólo podían abrir 16 hombres. El bienintencionado padre de Buda, lo rodeó de sabios brahmanes, de flores, de hermosas doncellas y de golosinas. Todos eran dichosos: el padre, al ver al hijo inteligente y con deseos de saber. La madre: al verlo andar, sentarse y levantarse, fuerte y airoso, dueño de perfectos modales. Pero Buda no sentía alegría ni gozo de sí mismo, pese a que le habían ocultado la existencia de la muerte, de la enfermedad y de la pobreza. A los 29 años abandonó el palacio y se topó con un entierro, con un mendigo y con un viejo. De nada habían servido los pines parentales. Sin ser yo Buda (sí, en la panza), comprendo lo mal que lo tuvo que pasar en su dorado encierro y el pasmo que tuvo que experimentar al toparse con la vida, fuera de la zona de confort parental. Por mi mala cabeza -había suspendido el ingreso en el Padre Suárez- y porque mis padres no sabían qué hacer con tanto hijo, terminé interno en el colegio de los dominicos de Almagro. Encerrado hasta los 16 años. Unas murallas altísimas rodeaban el colegio. La puerta siempre vigilada por un hermano lego. Pocos placeres, dentro. Mucho frío y hambre. Brahmanes dominicos me enseñaron solfeo, latín, gregoriano, misas pastorelas y sainetes infantiles. Rosarios, plegarias. Un resquicio: los clásicos de la biblioteca conventual. En ella leí a Quevedo, a Cervantes y el Lazarillo. Gracias a estas lecturas, ni he sido un mal poeta ni un mal novelista. Consideré que superar a los maestros me resultaría imposible, y renuncié a escribir. Me quedé para vestir el Facebook y para rellenar este blog arrabalero, territorios no frecuentados por nuestros clásicos. Un internado es un pin parental full time. Como Buda, aunque por razones diferentes, huí de aquel encierro. Pero, como a Buda, aquella prisión, que me hacía infeliz, generó en mí un instinto de libertad que me ha llevado a huir, cuando he podido, de lo trillado. El que los padres pretendan uncir los cuellos de sus hijos con yugos parentales, no está mal: que ya se encargarán ellos de romperlos sobre las espaldas de sus progenitores.

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