Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

coleraquiles@gmail.com

Los raperos del sistema

Los raps de sistema desentonan tanto como los de Pablo Hasel. Y también generan su poquito de odio

Mientras los antisistema queman contenedores llenos de desechos del sistema, en lugar de agrandarlos para que quepa en ellos toda la mugre del sistema, gritando, a lo Rafael Alberti: "A galopar, a galopar, hasta enterrarlos en el muladar", el sistema supera con mucho las barrabasadas de los antisistema y activa utensilios que podrían terminar colapsándolo y hundiéndonos en el albañal de la violencia, la guerra y la muerte. Un sistema que tiene más aforados que raperos faltones y rimadores nefastos, camina hacia el abismo. Un sistema que no es capaz de renovar los órganos del Poder Judicial, está dando un cante tremendo. No hay que ser Montesquieu para advertir que los partidos políticos, de espaldas a la división de poderes, pretenden nombrar la mayor cantidad de jueces amigos para que los traten con delicadeza si delinquen. Un sistema infectado de personajes que cobran en dinero negro, que conceden obra pública a sus amigos, que se arreglan los despachos con los dineros de las mordidas, que ha obliterado a los funcionarios de carrera, independientes y custodios de la ley, para llenar los despachos de consejeros y gestores de la misma camada, complacientes y serviles, no está muy sano. Inspiran inquina unos gobernantes que se dicen herederos de los perdedores de la guerra, que han ostentado el poder durante largos años, y que nunca encontraron la forma de desenterrar a los asesinados, sepultados indecorosamente en fosas comunes, pero que, cuando se acercan unas elecciones, desentierran a Franco, en lugar de coger el pico y la pala y desenterrar a las víctimas de la contienda, escamoteadas a su familiares que todavía no han podido cerrar la herida; y un Cuarto Poder que, para no perder audiencia, emula, frecuentemente, a El Caso o al padre Apeles; y unos políticos insultantes que enarbolan a "sus" víctimas para obtener votos, humillando a las familias, tanto o más que raperos desnortados; también molesta un monarca que renuncia a la oscura fortuna de su padre, pero que nunca se le ha pasado por la cabeza renunciar también a un trono caliginoso. Tengo malísima opinión del vociferante Hasél; su estolidez lo retrata; pero mi adhesión a un sistema al borde del colapso, por cuyo advenimiento luché en la Transición, no es mucho mayor que la que tengo por los raps de ese insonrrible personaje.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios